No sabía cómo decirle a Micaela que nuestra relación había terminado. Mi vida con ella se transformó en algo insoportable .La cabeza me daba vueltas como una noria buscando la solución. No podía seguir con aquella farsa. Me dolía herir sus sentimientos, pero tenía que decirle que la dejaba. Mi salud corría serio peligro y mi único objetivo era acabar con aquella pesadilla. Por eso, vi el cielo abierto, el día en que me dijo que había conocido a otro. Primero disimulé aparentando una enorme sorpresa, después fingí una inmensa tristeza, para acabar con un insoportable (y falso) desconsuelo, pero cuando se alejó, comencé a dar saltos de alegría, tan altos, que me disloqué un tobillo, aunque la satisfacción suplió con creces el dolor producido por el percance. Ahora disfruto de una recién estrenada, merecida y sanadora soledad, eso sí, durante una temporada tengo que desplazarme usando unas muletas.
Fran Laviada