Hay que mirar muchas veces con detenimiento si merece la pena el porcentaje de euforia que logramos, al conseguir determinados objetivos que nos proponemos en nuestra vida, a cambio del tanto por ciento de decepción, igual o superior, que los daños colaterales del logro obtenido pueden traer consigo. Y esto podemos aplicarlo a muchos apartados de nuestra vida, tanto sentimental como económica o profesional.
Hay ejemplos claros, que lo demuestran, sin ir más lejos, en la vida laboral .
Fran Laviada