La transgresión de los derechos de autor es una enorme problemática que se ha extendido de forma alarmante en estos tiempos en los que la tecnología digital se ha apoderado de todo. Y donde la facilidad que supone copiar y pegar textos, permite a muchas personas publicar contenido sin autorización de sus autores originales, en redes sociales, en todo tipo de plataformas y también en páginas web y blogs .Y de la misma forma, en libros de todo tipo, en los que en ocasiones aparecen páginas enteras copiadas de otras obras ya publicadas. Este comportamiento a todas luces incorrecto (eso como mínimo) no solo afecta a la propiedad intelectual, sino también a la ética y al imprescindible reconocimiento del trabajo creativo.
La reproducción no autorizada de obras sucede a menudo sin atribuir de manera correcta al autor original, perpetuando un plagio encubierto. Esta práctica no solo priva a los creadores de sus derechos legítimos, sino que también deforma la apreciación de la autoría, dando lugar a una falta de reconocimiento para quienes se dedican a generar todo tipo de contenido original.
Combatir la vulneración de los derechos de autor y la piratería implica concienciar de forma contundente sobre la importancia que tiene respetar, por encima de todo, la propiedad intelectual y promover prácticas éticas en la era digital.
¿Y qué se puede decir de los que copian frases de otros autores haciéndolas pasar por suyas propias?
La práctica de reproducir todo tipo de textos de otros autores y presentarlos como propios es conocida como plagio. Este acto deplorable, no solo infringe los derechos de autor, sino que también constituye una total falta de integridad ética y profesional. El plagio de frases se manifiesta de diversas formas, desde la reproducción literal sin atribución hasta parafraseando el contenido copiado sin citar la fuente original. Esta conducta menosprecia la originalidad de los creadores y su aporte intelectual, otorgando el mérito del trabajo creativo a quienes no lo merecen, y que solamente actúan como parásitos para beneficiarse de manera indecente del trabajo ajeno.
Una costumbre que parece ser muy habitual en estos tiempos en los que muchos individuos sin talento, sin preparación de ningún tipo y sobre todo, extremadamente vagos, pretenden ganar dinero sin esforzarse ni lo más mínimo. Algo parecido a esa publicidad tan falsa, muy propia de las redes sociales, en las que negocios de dudosa moralidad te quieren vender su producto con ese reclamo tan atractivo (en especial para los más ingenuos e ignorantes), que te dice: ¡Gana dinero mientras duermes! (o muy parecido).
Fran Laviada
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