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(Fragmento)
Continuación...
Texto adicional
(1)
… «siguiendo una larga tradición familiar» (pág .32), pues los vehículos pasaban de padres a hijos, casi como un tesoro en forma de herencia, en muchos casos la única posibilidad de dejar algo a los herederos, teniendo en cuenta la penuria económica de los habitantes de la Isla. Aunque unos cuantos afortunados, además del vehículo, mantenían la suerte, por llamar de alguna manera, al empobrecido legado familiar, de recibir una casa construida en el Siglo XIX, más o menos. Además del «recauchutado facial» antes indicado, necesitaba también un cambio completo de apariencia. Qué es lo que hace falta cuando el esqueleto del edificio está, por un lado, casi podrido, y por el otro en «semirruina», y si alguna pared quedaba todavía en pie tenía la «lepra», Es decir, todo se encontraba tan destartalado que se caía a pedazos, y su entorno que en los días de esplendor estaba formado por bellos y cuidados jardines que dejaban ver un acicalado paisaje de agradables tonalidades verdosas, ahora era un «cóctel vegetal» en el que se mezclaban sin margen para ofrecer un mínimo equilibrio estético, maleza, zarzas, setos de madreselva y hierba en abundancia, en cantidades más que suficientes como para alimentar sin limitación de ningún tipo a un ejército de vacas hambrientas, hasta que el verde alimento les saliera por las orejas. Y como el dinero necesario para la reparación de todo lo susceptible de una mejora, aunque fuese insignificante, ni estaba, ni se esperaba, todo acababa convertido en un cementerio de vegetación y escombros. En el que sobresalían «cadáveres de ladrillos» y piedras amontonadas, es decir, que al final solo quedaba el vehículo (¡y gracias!) como pertenencia más o menos aprovechable.
(2)
«Alexis» (pág. 36), me contaba que su último trabajo para la Revolución, había sido el de dedicarse al espionaje prestando servicio al gobierno castrista. Aunque no como un delator en busca de la disidencia interna (si hubiera sido así de verdad, jamás habría hecho amistad con él. Ya que los chivatos lo único que merecen es desprecio, y en lo que a mí se refiere, además me dan asco). Su trabajo consistía en espiar en Estados Unidos, país en el que había vivido durante un corto espacio de tiempo hacía ya unos años, (aunque, siempre lo puse en duda por lo que ya conté sobre la facilidad para «inventar» de mi amigo). Pero me decía que no podía revelarme en que había consistido su misión, ya que eso era secreto de Estado (¡qué fulero eres, Alexis!). Sin embargo, lo que sí le estaba permitido contar, eran las líneas maestras por las que se guiaba un buen espía, que él siempre aplicaba a rajatabla en su labor, y que por supuesto se sabía de memoria. Pues decía que hay cosas que nunca se olvidan cuando se aprenden bien, y me las daba a conocer como el alumno aplicado que ante su profesor recita de carrerilla, sin fallos y casi sin pausa para respirar, la lección del día.
¡Mi «hemmano» escucha bien, cuáles son las reglas principales que debe de cumplir un buen agente que se dedique al espionaje! Para empezar hay que hablar lo justo, ya que si eres un «bocazas» no tienes ningún futuro en la profesión, y esto va muy relacionado con no emborracharse nunca. Aunque eso no impide que de vez en cuando uno se pueda tomar un «ronsito», pero si te pasas con el «chupete alcohólico» y se te desata la lengua, probablemente no vivirás para contarlo. Sigo, no fiarse nunca de nadie, aunque sean familiares o amigos, y mucho menos de las mujeres. En especial de las guapas, ya que cuanto más bellas son más peligro tienen, y por supuesto, cualquier relación con ellas en la cama está limitada a no más de dos o tres «polvos» con la misma. Es decir que eso de «encoñarse» nada de nada y de enamorarse menos todavía, y por último, y quizá lo más importante de todo, ya que eso puede salvarte la vida, hay que tratar de demostrar en todo momento, una falta de entendimiento absoluto ante todo lo que te pregunten (por supuesto, el enemigo). Que cuando te interroguen (si tienes la desgracia de que te capturen) piensen que eres imbécil, cuanto más mejor, y a este respecto, he conocido a mucha gente que podrían haber sido grandes espías, ya que su categoría de imbecilidad era tan elevada, que apenas habrían tenido que hacer el más leve esfuerzo para que cualquiera se percatara de ello...
He de decir, con relación a esto, que me sucedía lo mismo que a mi amigo en lo que se refiere a conocer gente, que habría podido hacer sin duda alguna carrera con éxito en el mundo del espionaje.
Cuando Alexis, me contaba todo aquello u otro tipo de aventuras, yo siempre me hacía la misma pregunta extrañado por aquella capacidad para imaginar tantos relatos. «¿De dónde cojones, saca este tío lo que me cuenta? ¿Y si son verdad?».
Las dudas con respecto a lo que mi «colega» cubano me contaba, surgían debido a que se le veía convencido de lo que decía, y aunque cuando repetía una historia, solía cambiar algunas cosas (aseguraba que eran versiones diferentes de un hecho real), era difícil que cayera en contradicciones. Y claro, a mí siempre me venía a la cabeza el mismo pensamiento, ¡o este «tío» es un consumado actor, o lo que cuenta es cierto!
Sigue...
Autor: Franjo Halvary
"El solitario inquilino del búnker"