El refugio del lector. El solitario inquilino del búnker (X)
27 Feb, 2024
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Capítulo 1. EL COMIENZO


(Fragmento)



Continuación...


En La Habana, también respiré, lo poco que quedaba de ese aroma, a una Revolución (atrapada en su intransigencia y aplastada por su propio peso), con aires de libertad e ideales más teóricos que prácticos, y que se quedó a medio camino y también en proyecto inacabado .

Una utopía más, para decepción de muchos, y defendida hasta la saciedad por otros, aunque puede que movidos, más bien, por una férrea disciplina ideológica que por una demostración palpable de un logro apoyado en resultados positivos reales, dejando aparte la simple justificación del «¡sí Bwana!», tan solo sostenido por un discurso incontestable (¡el que se mueva, no sale en la foto!). De alto contenido dogmático, al más fino estilo de ortodoxia política y con el adoctrinamiento de masas como principal objetivo.


Pero la realidad era otra, y lo que tuvo su inicio en Sierra Maestra con los famosos «Barbudos» liderados por el Comandante Fidel Castro finalizando en enero de 1959, con su triunfal entrada en La Habana y sus buenas intenciones de liberar de la tiranía a sus compatriotas y acabar con el corrupto régimen del Dictador Fulgencio Batista (que huyó como muchos otros dictadores cobardes, es decir, «con el rabo entre las piernas, y también con los bolsillos llenos de plata» dejando las arcas del estado tan solo con telarañas, ¡y el que venga detrás, que se joda!, que suele ser otra característica muy común en mandatarios corruptos que gobiernan por cojones), para poner fin a los privilegios desmesurados de los ricos y mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano. En especial, apoyando la lucha de los más necesitados y desfavorecidos en busca de una sociedad más justa, nada tuvo que ver con lo que posteriormente la Historia se encargó de demostrar. El paraíso prometido se convirtió en una frustración, algo que tampoco es extraño que suceda en países considerados democráticos. En ellos, políticos que presumen de ser honrados y hombres de «palabra» prometen antes de las elecciones lo que nunca van a cumplir después de ellas. Es decir, cuando llegan al poder, la amnesia se les adhiere al cuerpo como una segunda piel. Una vez más, las promesas se las lleva el viento con la misma facilidad que las hojas de los árboles que caen al suelo en otoño.



Esto, por supuesto, sucedió con la inestimable ayuda del chantajista embargo norteamericano. Como siempre, «Yankilandia» ejerce de nación salvadora del mundo, metiendo sus sucias narices en asuntos que no le competen. No permite que otros países, a los que desprecian y ven como meras «Repúblicas Bananeras», resuelvan sus problemas a su manera, como crean conveniente, porque ese es su derecho y también su obligación. Pero no, los orgullosos y prepotentes imperialistas «Yanquis» decidieron hace muchos años que todo lo que sucede en cualquier parte del mundo, especialmente en el continente latinoamericano que está cerca de ellos, afecta directamente a su seguridad. 


En un ejercicio cargado de cinismo, presumiendo ser la cuna de la democracia, no tienen escrúpulos en recortar o incluso suprimir las libertades de otras naciones, sobre todo las que son de ideología izquierdista, si así lo consideran necesario para su propio beneficio y tranquilidad. Es decir, para poder dormir sin preocupaciones, les importa muy poco que una parte de la humanidad lo haga con pesadillas.


A nivel político, las sanciones y «chantajes» de los norteamericanos demostraron ser decisiones muy poco eficaces. Y en cuanto al aspecto humano, solo lograron aumentar las necesidades de los cubanos y hacer que su vida fuera aún más miserable, además de provocarles más hambre de la necesaria.


Entonces abro la mochila, saco el trocito de pan del nylon, la mitad de un plátano y bebo mi pomito de agua con azúcar prieta, la que barren en las centrales azucareras. Todavía tengo café a final de mes, ¡una proeza! Pero casi nunca ocurre. Si este mes aún me queda es porque canjeé un paquetico por una pastilla de jabón… Zoé Valdés en La nada cotidiana



La conclusión final es que todo resultó ser, por desgracia para los isleños, un cambio de cromos de una dictadura por otra. En definitiva, que la libertad siempre queda cercenada cuando los de un lado y los de otro, quieren imponer a toda costa sus ideas, y se olvidan del arma de la palabra cargada con las balas del diálogo. Y si hacemos todo esto, extensivo a los conflictos actuales existentes en el mundo, podemos ver cómo la anterior forma aludida de buscar un acuerdo pacífico, es sustituida por las otras armas, las de fuego, esas que matan, que cortan de cuajo toda posibilidad de usar el lenguaje para el entendimiento y acaban con lo único que en realidad es importante para el ser humano, su vida. 


A pesar de que una y otra vez se demuestra, día tras día, año tras año y siglo tras siglo, que en la guerra nunca hay vencedores, siempre hay vencidos, desde el mismo momento que la muerte ronda a los dos bandos en contienda, salvo que ganar suponga tener menos cadáveres propios que el oponente.


En todo conflicto bélico, siempre se desparrama la sangre de los unos y los otros, con la que se tiñe de dolor y venganza el suelo de la tierra, para vergüenza de todos, tanto de los contendientes como de los que miran para otro lado. (Ser testigo de un crimen en silencio equivale a cometerlo, José Martí), y, a pesar de todo eso, el odio sigue, los enfrentamientos y matanzas continúan. En muchas ocasiones hay una excusa para que en cualquier rincón del mundo, los seres humanos demuestren, una y otra vez, que el hombre es el peor enemigo de su propia raza y que las fieras no están solo en la selva. 



Por ejemplo, en el campo de la Historia, recordamos cómo en el siglo XX, dos guerras mundiales causaron devastación a una escala inimaginable, mostrando la capacidad destructiva del ser humano hacia sus propios semejantes. Cuando los hombres hacen la guerra, tanto los que la provocan como los que la mantienen, se transforman en bestias sedientas de poder y control, dispuestas a sacrificar la humanidad en nombre de sus ambiciones.


Sigue...


Autor: Franjo Halvary


"El solitario inquilino del búnker"








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