La lengua desatada
Las conversaciones interminables, que no tienen ni pies ni cabeza, suponen una pérdida total de tiempo y energía, y son propias de personas superficiales, cuyo único aliciente es tener algo de que hablar, de darle a la lengua incansablemente, a pesar de que todo lo que dicen sea absurdo y sin ningún interés para la persona que escucha el coñazo que le están dando y que muchas veces tan solo lo hace (y con un gran esfuerzo) por educación.
Morderse la nariz
Que una persona debe de luchar por conseguir sus sueños e intentar por todos los medios posibles hacerlos realidad, es algo tan evidente, como que uno se moja cuando llueve y no lleva paraguas. Sin embargo, darse cabezazos contra la pared por perseguir lo imposible, hace que existan personas que se obsesionan tanto con algo que les ha invadido por completo el cerebro, que llega un momento que pierden la noción de la realidad, y se pasan gran parte (o el resto) de su vida intentando morderse la nariz, algo a todas luces imposible, salvo que se tenga dentadura postiza.
Abusones con complejos
El abuso de autoridad, llevado hasta los límites de la tiranía, es algo propio de individuos despóticos, cobardes y acomplejados, que se muestran implacables contra los débiles, aprovechando siempre su ventajista posición de fuerza.
Sin embargo, estos mismos individuos, cuando se encuentran ante poderes superiores, se muestran acojonados, sumisos y serviles, arrastrándose por el suelo como serpientes domesticadas y obedientes ante la voz de su amo-domador.
¿Qué curioso, verdad?
Fran Laviada