El refugio del lector. El solitario inquilino del búnker (V)
23 Feb, 2024
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Capítulo 1. EL COMIENZO


(Fragmento)


Continuación...


Si algo había en abundancia en aquel sitio, a varios metros bajo tierra, era una gran cantidad de música (grabada en diferentes formatos), libros y películas en D.V.D., de todos los géneros, un par de ordenadores y algún que otro aparato de moderna tecnología, para estar muy entretenido sin apenas echar nada en falta, algo que sin duda era estupendo para mi placer y disfrute de inquilino plenamente satisfecho. 


Y si en lo referente al aspecto lúdico estaba muy bien provisto de existencias, también en algo tan imprescindible relacionado con la alimentación y el agua, había reservas para mucho tiempo, además de un botiquín que contenía las medicinas más necesarias y habituales para atender todas aquellas demandas urgentes de socorro que pudieran hacer acto de presencia .

Encontré una gran cantidad de analgésicos (sin duda, quien los puso allí, quiso inmunizar contra cualquier tipo de dolor, y con las máximas garantías, a todos los posibles habitantes del refugio), además también había una cantidad considerable (aquello parecía una farmacia) de antigripales, antibióticos, antidepresivos, anticoagulantes, antidiarreicos y unos cuantos más que empezaban también por «anti». Que siempre aportan tranquilidad y sobre todo remedio, cuando en el cuerpo aparece alguna avería y la salud se resquebraja, aunque la mejor cualidad de todos ellos es no tener que utilizarlos nunca. Había, además, artículos que podríamos denominar como de auxilio, reparación y consulta (algodón, tiritas, vendas, gasas, puntos para sutura, termómetro, un aparato para tomar la tensión, incluso hasta una lima para los callos, y un amplio surtido de elementos afines, que sería demasiado extenso para detallar aquí). Productos de limpieza e higiene, ropa, complementos, calzado, herramientas y un sinfín de utensilios de todo tipo. Más adelante, ampliaré la información con otros detalles relacionados con la estructura y características de mi «bunkerizado» hogar.


Al principio lo que más extrañaba era poder hacer deporte, ya que la actividad física tuvo siempre una presencia activa en mi vida, especialmente en los últimos años. Pero la suerte se había convertido en mi aliada, (aunque las circunstancias me hubiesen transformado en una especie de Hombre Topo), a partir del día en que después de una visita de inspección para conocer poco a poco los diversos compartimentos, pasillos y escondites del búnker, me encontré un pequeño gimnasio en el que había varios aparatos disponibles, para desarrollar una saludable y sobre todo estimulante preparación física. 


Al revisarlos con detenimiento, pude comprobar que cada uno de ellos estaba destinado al trabajo específico de una determinada zona muscular. Pero había una máquina que descubrí casi al instante y fue lo que más satisfacción me produjo en ese momento, y también fui consciente, de que iba a ser un elemento imprescindible en mi nueva vida, y sin duda el que mayor beneficio me iba a generar. Se trataba de una cinta rodante para poder correr. Ese día me di cuenta de que a pesar del hecho trágico que me había llevado a mi jaula subterránea, hay que saber disfrutar de esos pequeños momentos en los que la vida nos sorprende con algo que consigue hacernos muy felices, por insignificante que pueda parecer. Y para mí, el hecho de poder continuar con la rutina habitual de carrera diaria, era algo que me colmaba de felicidad, aunque eso sí, si bien mis piernas se iban a seguir moviendo al mismo ritmo que a cielo abierto, nunca iban a llevar mi cuerpo a ningún sitio. Aunque el continuo entrenamiento serviría para mantener en buen estado mi condición física, a la vez que conseguir una barriga lisa (una de mis obsesiones permanentes y, al mismo tiempo, un objetivo irrenunciable que siempre traté de lograr a cualquier precio con gran dedicación al ejercicio y, empleando en ello, una enorme fuerza de voluntad), para mantenerla lo más alejada posible de esa horrible imagen de Muñeco Michelin. Esa que se suele ver cuando la grasa se pega como una lapa alrededor de la cintura, formando una especie de inflado cinturón de la marca Flotador, construido con esmero y glotonería, a base de un exceso de calorías (lo que viene siendo tragar más de lo necesario, algo para nada recomendable si la única actividad física que se realiza, consiste en abrir y cerrar las mandíbulas, es decir, comer) y, no solo por lo que eso supone en cuanto a conservar una buena salud. También por tener un aspecto agradable (si alguien está satisfecho con su imagen, y esto va unido a que el autoconcepto y la autoestima, se mantengan en un nivel positivo, se producen unos óptimos resultados que permiten a las personas disfrutar de un excelente estado de ánimo), y poder lucir un buen aspecto. Sin que eso represente tener pretensiones para lograr poseer una «figura de bailarín», pero sí al menos de individuo deportista que se cuida y que se puede mirar al espejo, sin llevarse un susto. O incluso peor, es decir, ¡caer al suelo de la impresión!, porque el espejo es igual que algodón, no engaña.


Sigue...


Autor: Franjo Halvary


"El solitario inquilino del búnker"

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