Hoy en día, es muy habitual encontrarse con esa clase de personas, que, de forma constante y cansina, a veces, te dicen cómo tienes que ser, sin respetar para nada, cómo eres en realidad.
Existen individuos, por desgracia para aquellos que tengan que sufrirlos, que siempre tienen el deberías en sus labios, para a continuación añadirle, ir, volver, hacer, pensar…
Resulta curioso comprobar los comportamientos de determinados individuos, con los que habitualmente hemos de convivir en esta sociedad moderna del “todo vale y a cualquier precio”, que siempre están más pendientes de los fallos de los demás, y, sin embargo, permanecen completamente ajenos a los suyos propios. Digamos, para definirlos de alguna manera, que son los sordos en el concierto de los errores, pues son incapaces de oír su propia melodía, en lo que a equivocaciones se refiere.
Si alguien tiene la mala suerte de tropezarse con ellos, el mejor consejo, que desde aquí podemos ofrecer, es utilizar al igual que ellos, el deberías, para añadir después ir a hacer puñetas, si bien esta, es la versión más educada, también las hay mucho más rotundas según las necesidades de cada caso, aunque las obviaremos en este escrito para no romper la armonía del mismo con expresiones malsonantes, que sin duda alguna, ciertas personas se merecen escuchar, y de la forma más contundente que sea posible.
Lo que uno es, depende de uno mismo, y si debe o no cambiar, es también uno mismo el que toma la decisión, no los demás .Si una persona decide libremente lo que quiere hacer, ya sea avanzar o quedarse en el mismo sitio donde se encuentra, nadie tiene que venir a decírselo, salvo que sea el propio interesado el que pida ayuda o consejo.
Tampoco resulta inteligente quedarse como uno es, si hay aspectos personales relacionados con el comportamiento, que se pueden mejorar, pero eso es una decisión que los seres humanos deben de tomar de forma libre, nunca impuesta.
La mejor opción es desde luego, convencernos a nosotros mismos, de dar siempre un paso adelante que nos aleje de esa lacra llamada ignorancia, y nos abra de par en par las puertas del conocimiento, paso previo a la sabiduría, que solo la vida y la experiencia de la propia existencia, pueden aportar a la raza humana, para salvarla en especial del temor a lo desconocido (ya lo dijo el gran Charlie Chaplin: ¡La vida es maravillosa si no se le tiene miedo!), y le permita disfrutar más y mejor de su paso por el planeta Tierra, que como ya es conocido por todos, no es demasiado largo como para andar perdiendo el tiempo en tonterías y otros asuntos intrascendentes.
Pero al final, ¡siempre debe de ser uno el que decide, no otros!
Fran Laviada