Muchas veces los seres humanos afrontamos la vida de una forma pasiva, y estamos esperando, con enorme y equivocada paciencia, que algo cambie para mejorar nuestra existencia, que se nos antoja muy poco atractiva.
En demasiadas ocasiones las personas se convierten en títeres de las circunstancias, y se dejan manejar de forma incomprensible por los hilos manipuladores de otros individuos, que se cuelan sigilosamente en sus vidas, ejerciendo una personalidad dominante y controladora, que se aprovecha de la debilidad propia de mentes fácilmente manipulables, caracterizadas sobre todo por una poca o nula fuerza de voluntad, y una muy baja autoestima.
El ser humano ha de ser siempre dueño de sí mismo, y basándose en esto, ha de construir de forma sólida y contundente su paso por este siempre misterioso y muchas veces incomprensible planeta llamado Tierra.
La tarea de construcción ha de ser permanente, y no se debe de delegar en otras personas para que lo hagan por uno.
Los objetos y los animales solamente pueden ser lo que son, sin embargo, los humanos somos diferentes (aunque a veces, si nos comparamos con los animales, estos, no tienen nada que envidiarnos, por las cosas tan absurdas y en ocasiones, crueles, que hacemos), y podemos y debemos construirnos a nosotros mismos, y llevarlo a la práctica de la forma más positiva que nos sea posible.
Existen no obstante, ciertas barreras con las que muchos tropiezan, y quizás, en demasiadas ocasiones, se convierten en montañas imposibles de escalar, aunque a este respecto, conviene decir, que muchas veces la imponente e inaccesible cima, intimida más cuando se piensa en ella, que cuando uno se calza las botas de escalada y comienza poco a poco, paso a paso a recortar distancias con el lejano objetivo.
En muchos momentos los tropiezos son fruto de las propias autolimitaciones, que las personas se empeñan en cargar a su espalda, incluso los más masoquistas, también se las cuelgan al cuello. El resultado es que siempre que caminan, tienen que soportar esa pesada carga, como si tuvieran que llevar pegada a su cuerpo de forma permanente, una mochila repleta de piedras, y si esto no fuese suficiente, se cuelgan un lastre extra a modo de collar de hormigón.
No hay exageración en lo que aquí se expone, si tenemos en cuenta que los seres humanos, en algún momento de nuestras vidas nos movemos dominados por un convencimiento erróneo, de que no estamos capacitados para lograr determinadas metas que nos hemos propuesto, y nos vemos a nosotros mismos, como unos fracasados incapaces de alcanzar los objetivos que pretendemos conseguir .Por desgracia, son bastante las personas que tienen estos pensamientos negativos de forma permanente.
Si nos paramos a pensar detenidamente sobre nuestra forma de comportamiento, cosa que por otra parte, no hacemos casi nunca, ya que vivimos demasiado rápido y hay poco tiempo para pararse a reflexionar sobre nuestra propia existencia, nos daremos cuenta, que en demasiadas ocasiones las personas nos vemos lastradas por un concepto equivocado y absurdo que tenemos de nosotros mismos, de nuestra forma de ser, y que nos incapacita para crecer y avanzar en cualquier actividad que pretendamos llevar a cabo.
Pensamos que somos de una determinada manera, y que no podemos cambiar por mucho que lo intentemos, ya que además, somos absolutamente conscientes, de que esa forma de ser nos perjudica. Pues bien, cualquiera puede cambiar para mejorar, pero, siempre que ese cambio sea una decisión fruto del propio convencimiento, pero nunca de la imposición de otras personas.
Cambiar porque otros te dicen que lo hagas, no es una opción para nada recomendable, sobre todo a partir de ciertas edades (no hablamos de niños y adolescentes, incluso jóvenes, que necesitan de forma permanente el consejo y orientación de padres y educadores).
Cada uno ha de tomar la decisión de modificar su comportamiento, cuando está completamente seguro de ello, ya que, ha llegado a la conclusión de que eso le va a beneficiar en su desarrollo personal.
Hay otras personas, sin embargo, que abandonan su labor de construcción porque les resulta mucho más fácil acusar a otros de sus propios errores. Es muy cómodo eso de señalar siempre a los demás de los fallos cometidos, y crear una permanente actitud defensiva a modo de coraza, para de forma continua, tener en todo momento una justificación y no reconocer las equivocaciones que uno comete a lo largo de su vida. Una frase que define muy bien esta circunstancia, es la expresión deportiva, que se refiere a eso de echar balones fuera.
También hay quienes, en una especie de invariable postura de brazos caídos, aluden continuamente, cual disco rayado, a la mala suerte, para justificar su apatía laboral en la edificación de su propia existencia.
Construir nuestra vida, no es tan sencillo. Levantar uno a uno los pisos del propio edificio, lleva su trabajo, y sobre todo hacerlo encima de una base sólida, que no se resquebraje ante el más pequeño golpe. Habrá días con frío y otros con sol, que van pasando y moviéndose alrededor de la estructura de nuestra obra, incluso algún que otro terremoto de mayor o menor intensidad, que agitará con determinada violencia las paredes de la casa, incluso hasta los cimientos, pero si todo lo hemos construido correctamente, seguro que el edificio aguantará la sacudida, o al menos, las posibilidades de que se mantenga en pie, serán mayores, que otras construcciones hechas sobre suelos de arcilla y barro.
Viviremos multitud de circunstancias, unas veces desfavorables y otras que estarán de nuestro lado. Habrá tiempos de abundancia, y otros de estrechez, pero en todo momento el individuo debe de mantener bien sujetas, las riendas del caballo de su propia vida, y siempre pensando en positivo. Sumar, crecer y avanzar, han de ser las flechas que indiquen el camino a seguir.
“En esta vida es fácil morir, construir la vida es mucho más difícil".
(Vladimir Maiakovski)
Fran Laviada