No hay que ser el más alto, ni el más grande, ni tampoco el más fuerte. Ni tan siquiera el más guapo, ni el más rico, aunque el dinero siempre viene bien, no vamos a negarlo, ya que lo contrario sería caer en la redes de la hipocresía.
¡No hay que ser mejor que nadie!
No hay que estar continuamente realizando demostraciones para que los demás vean lo que uno vale, ya que eso no sirve absolutamente para nada, salvo para malgastar nuestras energías físicas y mentales, cuando muy bien se podrían emplear en acciones mucho más provechosas .Además, cuando los ojos del prójimo tienen una ceguera voluntariamente adquirida, ya puedes hacer el triple salto mortal con tirabuzón y doble pirueta, funambulismo a veinte metros de altura y sin red, o ir a cenar con Jennifer López (y lo que surja, siendo muy optimista), que nadie te lo va a reconocer.
Lo verdaderamente positivo y a la vez difícil es vencerse a uno mismo, sin preocuparse de lo que quieran, piensen o creen los demás, y cuando el ser humano lo consigue, puede tener la seguridad de que se encuentra en el camino correcto.
Fran Laviada