Abre esa maleta enorme que guardas en secreto, desde hace tanto tiempo en un rincón de tu desván, en ese sitio camuflado que tan solo tú conoces, y comienza a meter en ella todas esas cosas insanas que te acompañan día tras día y que cada vez te resultan más y más pesadas, esos inseparables dardos que continua y machaconamente se clavan en tu cuerpo y no te dejan vivir, esas barreras invisibles que como pegajosas lapas te impiden avanzar como si una gigantesca mano te agarrara con una fuerza descomunal, para evitar cualquier movimiento.
No lo dudes, ahora es el momento de utilizar esa maleta olvidada, y meter en ella todas esas cosas que te están amargando la vida. Es hora ya, de que te alejes definitivamente de tu existencia ese lastre que te mantiene continuamente acorralado, que te oprime, que como una esponja absorbe el oxígeno de tu espacio vital y que acabará por asfixiarte si no lo eliminas de forma drástica.
Ahora, que por fin te has decidido a abrir esa maleta, que hasta el momento era un trasto inútil, aprovecha y saca definitivamente del armario esa colección de desastres que has ido acumulando a lo largo de tu existencia, tan afanosa y concienzudamente .Además, sabes de sobra que solo son de tu exclusiva propiedad, nadie tiene la culpa, de que con esmero los hayas hecho tuyos año tras año, gracias entre otras cosas a tu torpeza y falta de acierto, no hay duda alguna, que has ganado méritos más que suficientes para ello.
Tus equivocaciones, tus desengaños, tus fracasos, en fin, todo eso que te debilita y que con la experiencia de la vida has de ir poco a poco evitando, para que te salve la sabiduría de aquellos que con el paso del tiempo han ido aprendiendo de sus errores.
Quizás nunca llegues a ser sabio, o quizás lo consigas cuando ya sea tarde y te quede poco tiempo, pero al menos, que los años te sirvan como mínimo para alejarte de esa pertinaz ignorancia que muchos arrastran desde el día que nacen, y ahí sigue imperturbable, cuando dan su último aliento.
Y cuando tengas bien llena la maleta, ciérrala rápidamente, ponle un candado (o cien), y tira la llave, a un sitio donde nunca puedas volver a recuperarla, para que no tengas la tentación masoquista, de intentar profanar la tumba en la que has enterrado para siempre tu negatividad, ese dolor, que en forma de perdigones te ha dejado el alma como un colador. No cometas el error, de volver a buscar la forma de abrirla y continuar lesionando tu organismo con todo eso que guardaste, y que has alejado como remedio curativo en forma de terapia espiritual.
Y por supuesto, tampoco te quedes con la maleta, porque muchas veces, aunque se haya tirado la llave, siempre los seres humanos, con manifiesta torpeza y falta de inteligencia, tenemos tendencia a volver a tropezar de nuevo con la misma piedra, una y otra vez y nos las ingeniamos astutamente para autoflagelarnos, y al final buscamos el modo de volver a abrir de nuevo la maleta, así que, mejor hacer desaparecer ese bulto horrible, para siempre, hay que destruirla, quemarla, tirarla al pozo más profundo que encuentres o meterla en un tren que vaya al fin del mundo en un viaje solo de ida, pero de una u otra forma aléjate para siempre de ese trasto malvado, si no quieres que su contenido vuelva a presentarse ante ti, en forma de fantasmagórica presencia que te acompañe eternamente.
Llega un momento en la vida, en que hemos de reunir todas las cosas negativas que nos han ocurrido y alejarlas para siempre de nuestro lado, si no queremos que sigan siendo un lastre que condicione nuestro futuro y nos haga infelices para siempre.
Fran Laviada