¡No quiero ser un muñeco manejado por los poderosos!, es la frase que decía el protagonista de la película El Padrino, Vito Corleone, magistralmente interpretado por uno de los más grandes actores de la historia del Séptimo Arte, Marlon Brando.
Pues yo, la repito: ¡No quiero ser un muñeco manejado por los poderosos! (ni por nadie)
Y añado:
No quiero que nadie me diga lo que tengo que hacer. Sobre todo cuando los que lo hacen, demuestran su incapacidad para resolver lo que en realidad les corresponde.
No quiero que continuamente me den consejos .Cuando los necesite, ya se los pediré a quien considere conveniente.
No me gustan los que siempre te dicen por dónde has de caminar. Porque ellos, nunca van delante, ni siquiera se atreven a dar el primer paso.
No admito imposiciones de ningún tipo. Y menos de los que luego son sumisos y permisivos con el poder establecido.
No creo en la razón de la fuerza y sí en la fuerza de la razón. La fuerza está siempre en la palabra y en el poder no impositivo del convencimiento.
No tengo por qué inclinar la cabeza y decir amén a todo. Aquello de “Sí Bwana”, vamos a dejarlo para las películas de aventuras en la selva, y en todo caso, eso, que lo diga Tarzán.
No quiero caminar nunca de rodillas. Si hay que morir, que sea “siempre de pie”.
No tengo por qué callar cuando tengo razón. Y cuando no la tengo tampoco, soy libre de expresar mis opiniones, aunque me equivoque.
Nadie puede obligarme a hacer lo que no quiero o vaya en contra de mis principios. El ser humano tiene derecho a nacer, vivir y morir libre, sin imposiciones de nadie.
Nadie es más que nadie, se acabaron los privilegios de clase y de apellidos “rimbombantes”. En pleno siglo XXI, las tradiciones feudales de “señores y vasallos” están ya, muy desfasadas.No quiero ser muñeco, ni títere, ni marioneta…Solo yo manejo los hilos de mi vida, no otros.
Fran Laviada