En 2017 y 2018 encabecé la delegación que se sentó en República Dominicana con el régimen de Nicolás Maduro. Nuestra lógica era que, habiendo elecciones presidenciales en 2018 y ante la amenaza creíble de más sanciones de los EEUU y europeas (que no habían sucedido, esperando la negociación), Maduro podría estar razonablemente abierto a unas elecciones competitivas .
Pero el caso venezolano es más dramático que el de cualquier otro país de la región: ¿EEUU y Europa están dispuestos a entregar al dictador Maduro las reservas de petróleo más importantes del mundo (24% de las reservas mundiales) para que se consolide una segunda Cuba y con petróleo se dedique a desestabilizar toda la región? El problema de fondo es que los modelos autoritarios han encontrado que, para mantenerse en el poder sin rendir cuentas, lo más barato es aliarse con Irán, Cuba, Rusia, China y, por qué no, Corea del Norte, al tiempo que chantajean a Occidente. Este paso les da licencia para proclamar que rechazan la democracia liberal y todos los intentos de utilizar los derechos humanos como una herramienta de imposición de valores políticos. Es el argumento perfecto para un mundo posmoderno donde nadie tiene derecho a expresar qué es bueno o malo, arriba o abajo, día o noche.
Mientras tanto, y con razón, EEUU y Europa están ocupados con los problemas de la guerra de Oriente Medio y la invasión rusa de Ucrania. Pero esto no debe llevar a seguir desatendiendo en 2024 a una América Latina que, hoy por hoy, está siendo empujada al cuadrante anti-Occidente. Esta dinámica geopolítica que parece muy sofisticada no lo es cuando vives en Venezuela. Es una realidad de carne y hueso que los pueblos intuyen de manera nítida. ¿Por qué migran cerca de ocho millones de venezolanos? ¿Por qué más de 300.000 venezolanos cruzaron la peligrosa selva del Darién en 2023? Sencillo: por la catástrofe política, cultural y económica generada por Maduro. Es subestimar la dinámica inferir que en el caso de Venezuela éramos un país feliz, llegaron las sanciones y la gente comenzó a huir del país. Los números indican otra realidad. En 2016, no había ningún tipo de sanción económica contra el país y ya casi dos millones de venezolanos habían abandonado su país para buscar un mejor futuro. En 2017, la comunidad internacional no había tomado ningún tipo de presión contra la economía nacional y ya experimentábamos una inflación del 800% y una contracción económica de casi un 20%. El año 2024 es crucial para Venezuela, pero también para mantener Iberoamérica más cerca de la democracia y los derechos humanos Maduro, a través de la destrucción del voto y de la libertad de expresión, usando la represión violenta y destruyendo la economía vía expropiaciones y corrupción, generó una Venezuela sin derechos y sin futuro. Por eso nos preocupa que el petróleo y la migración sean el arma del autoritarismo de América Latina para chantajear y obtener lo que desea de Estados Unidos y Europa. Ese chantaje está llevando a que EEUU y Europa se olviden de las causas de la migración y se focalicen en atender desacertadamente las consecuencias de la migración. Esa es la apuesta de Maduro para 2024, camuflarse en un año lleno de elecciones y seguir extorsionando con sus temas y alianzas antioccidentales. Al menos en el caso de América Latina, el proceso electoral más importante para toda la región es el caso de Venezuela. A estas alturas del juego, Maduro ha recibido todo lo que ha pedido. El pueblo venezolano no tiene ni fecha de elecciones, ni candidata habilitada ni garantías de competitividad. El año 2024 es crucial para Venezuela, pero también para mantener Iberoamérica más cerca de la democracia y los derechos humanos.