Seattle. Washington (EE .UU.) 5-4-1999.
Comenzó aflojando el nudo de la corbata. Acababa de llegar a su apartamento después de un agotador e insoportable día de trabajo. Solo quería relajarse y descansar. Sacó del armario una botella de vodka, llenó un vaso hasta la mitad, se sentó en su viejo, pero cómodo sofá, cerró los ojos sin dormirse y se puso a pensar. Necesitaba desconectar de su rutina habitual, despejar la mente y reflexionar con calma sobre el rumbo que llevaba su vida. A pesar de ser un triunfador, un abogado de éxito con una excelente reputación, no estaba satisfecho, Algo sorprendente, cuando, a pesar de no haber cumplido todavía los cuarenta, su carrera estaba en pleno apogeo, y su prestigio subía como la espuma. Los más importantes bufetes de la ciudad se lo disputaban, le ofrecían contratos millonarios para hacerse con sus servicios. En definitiva, que tenía al alcance de su mano, el cielo, tan solo era cuestión de despegar los talones del suelo, y elevarse sobre las punteras para tocarlo. Algo tan sencillo como eso, aunque existan en el mundo otras personas que sean incapaces de lograrlo a pesar del enorme esfuerzo que dediquen a ello.
Y si en su vida profesional todo le iba a pedir de boca, en lo sentimental estaba al mismo o superior nivel. Se había casado con una antigua Miss Universo, una mujer despampanante, no solo en el aspecto físico, ya que como ser humano, tenía las mejores cualidades para hacer a un hombre inmensamente feliz. Así que cuando se unen belleza interior y exterior, el sueño de cualquier individuo, por muy ambicioso que sea, se hace realidad. Pero en el caso del abogado Robert Clark, esto no era así. Una especie de insatisfacción vital permanente, le perseguía desde la niñez. Las causas no las sabía, pero cada vez se sentía más decepcionado con su propia existencia. Por eso causó una conmoción total en la ciudad, cuando una noticia tan trágica y a la vez sorprendente saltó a los medios de comunicación que con toda rapidez se hicieron eco del fatal suceso.
“El conocido abogado Robert Clark, socio del prestigioso bufete Collins. Moore. Richardson y Clark Asociados, ha aparecido muerto en su domicilio, y según parece, colgado del techo, aunque esto no ha podido todavía confirmarse. Se especula con la posibilidad, de que el finado utilizó su corbata a modo de horca, para acabar con su vida. Su mujer, la ex-Miss Linda Farrel, se encontraba de viaje en esos momentos...”
Lo que le pasa por la cabeza a los seres humanos, es en muchas ocasiones un auténtico misterio. y como dice la canción Pedro Navaja, de Rubén Blades:
¡La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...!
Unos días después apareció, escondida en un cajón con doble fondo, una nota escrita por el finado que decía lo siguiente.
Señor Juez:
¡Nadie me ha matado, si me han encontrado fiambre, tan solo es porque he decidido dejar de respirar por voluntad propia!
Continuará...
Fran Laviada
Esta historia está incluida en el libro “Liliputiense Negro”. Aquí puedes descubrir más información.