¿Quién conoce realmente lo que es la vida?
¿Alguien puede descifrar este misterio?
¿Por qué albergamos en nuestro cerebro las tinieblas del desconocimiento y las telarañas de la ignorancia?
Dijo una vez el famoso escritor alemán Ghoete “que no hay nada más peligroso que un ignorante activo” y tenía el hombre toda la razón.
Uno no puede andar por el mundo sin saber lo que se trae entre manos, hay que espabilarse de una vez y espantar de la cabeza, como si de una mosca cajonera se tratase, ese analfabetismo exacerbado, ese profundo desconocimiento, esa empanada mental que hace al hombre tan pequeño como una hormiga, tan simple como un botellín de agua mineral (sin gas), tan imbécil como aquel que se cree que está por encima del bien y del mal, tan vulgar como una alpargata de esparto y sobre todo tan sumamente “retrasado, que acaba siendo el último de la fila, el vagón de cola, el farolillo rojo, el burro de la clase, el más torpe del pelotón, el colista de la categoría o un completo lelo como Forrest Gump”
Sin embargo, hay que tener cuidado, no obstante, con esos falsos predicadores del Siglo XXI, con estos nuevos profetas de la era de la informática, el botellón y los intereses usureros del capitalismo bancario, que con un sermón barato, propio de un televendedor o de una estudiada estrategia de marketing de andar por casa te dirán que te has apartado del camino de la verdad, de la razón y del conocimiento y tratarán de hurgar en vuestra mente, a esos, ni puñetero caso.
¡Siempre, mejor solos que mal acompañados!, la excursión comienza y el ascenso a la montaña de la razón y la verdad es un largo y duro desplazamiento, así que durante el recorrido que no se os olvide beber a grandes tragos de las fuentes del saber que os encontraréis durante el camino.
Procurar que se quite lo más rápidamente de vuestro hemisferio cerebral, esa costra de subdesarrollo que los políticos aportan año tras año a la vida diaria del sufrido y paciente ciudadano de a pie, gracias también a esos malos hábitos sociales adquiridos a golpe de tragar con todo y sobre todo a la pegajosa tradición (desfasada tradición) que algunos (o muchos) confunden con la sabiduría popular y qué tantos males es capaz de causar a la convivencia entre las personas.
Muchas veces la ignorancia se apodera de todos nosotros y se pega a nuestro ser como el óxido a la chapa y se acaba confundiendo lo uno con lo otro, llegando a un extremo tal que no basta con saber más, primero hay que desaprender para volver a empezar y aprender de nuevo.
Sería muy interesante que todos hiciéramos un ejercicio de auto-investigación para escudriñar bien a fondo y llegar hasta el lugar más inaccesible del maravilloso y a la vez complejo funcionamiento de nuestro cerebro, a ver que encontramos, quizás alguno se llevaría una sorpresa, sobre todo los que no van a encontrar nada, que son más de los que se cree.
Si solo pensamos en lo elemental, en lo intrascendente, en lo absurdo, como ¿qué me pondré hoy para salir?, o “tengo que buscar sin falta un papel para la pared con unas tonalidades en rosa que me hagan juego con los respaldos del sofá del salón”, esto más bien es cosa de ellas, pero es que ellos también tienen lo suyo (en este caso tenemos), del tipo, “me cayeron tres pelos” (pues los guardas en una caja de madera si no quieres perderlos). ¡Manda huevos!, ¿vas a preocuparte por tres puñeteros pelos de mierda?, es absurdo, una preocupación inútil, en cuanto comience a caerte el pelo, ponte en lo peor, ¡no existe el crecepelo mágico!, te quedarás calvo sin remedio, y tu cabeza será igual (no sé si tan famosa) que la de Yul Brynner, Telly Savallas o Míster Proper, así que la única preocupación que has de tener, no es la de que tu cráneo se parezca a una bola de billar, de lo que has de preocuparte de verdad, es de comprar una gorra con visera para el verano, y un gorro de lana para el invierno.
También existen otro tipo de profundas preocupaciones, tales como, no sé si este verano iré de vacaciones al pueblo o al Caribe o mejor no voy a ningún lado y con el dinero que me ahorro compro un televisor de plasma con pantalla mega panorámica con sonido envolvente.
Podríamos seguir con unas y con otros y no acabaríamos:
¿Me hará juego la forma de los zapatos con el diseño de los pendientes?
¿Se me notará mucho el grano que me ha salido en la nariz?
¿Llamaré a Pepi para salir o mejor quedo con Lucy?
etc.
No nos quedemos en lo simple ni en lo superficial, el cerebro no se gasta por usarlo mucho, y es una pena que una máquina tan perfecta apenas se utilice, incluso algunos lo tienen prácticamente intacto cuando les ponen el traje de pino, ¡qué desperdicio!
Hay que procurar meterse como una taladradora en esa senda misteriosa y apasionante que es uno mismo y excavar y profundizar aunque muchas veces no guste lo que se ve, si bien, en ocasiones hay quien se lleva una agradable sorpresa, ¡caramba caramba, no pensaba yo que esto podía salir de mí! Incluso alguno se siente importante por darse un toque de intelectualidad inesperado que le va a permitir asomarse a un mundo desconocido, el del conocimiento, pero de ahí, hasta llegar a la cima de la sabiduría queda un trecho muy largo que no todos están en condiciones de llevar a cabo (porque no saben, no quieren, no pueden, o incluso porque se pierden por el camino).
La vida es algo difícil de explicar .Cada cual que lo interprete a su modo y saque sus propias conclusiones.
Fran Laviada