Los Ángeles. California (EE .UU.) 9-8-2005
Todos los habitantes del pueblo y sus alrededores, fueron avisados por el jefe de la policía local. Un loco muy peligroso se había escapado de un hospital psiquiátrico cercano.
En su frenética huida, se había llevado por delante a un médico, dos enfermeras, un celador, al encargado de mantenimiento, al guardia de seguridad y a su perro e incluso a un niño que repartía los periódicos.
Se advirtió con insistencia a los vecinos que cerrasen bien puertas y ventanas, y todos los poseedores de algún tipo de arma, sería mejor que la tuvieran cerca y en condiciones de ser utilizada en caso de necesidad. También se insistió mucho, para que a nadie se le ocurriera salir de su casa bajo ningún concepto, ya que de lo contrario, el riesgo de que aquella noche se pudiera convertir en una orgía sangrienta, era realmente elevado.
No obstante, para calmar a los alarmados, a la vez que acojonados habitantes de la localidad, el señor alcalde había pedido ayuda al prestigioso coronel jefe de un cuartel del ejército cercano al pueblo. Y este le garantizó que una compañía con sus mejores soldados, auténticos especialistas en el combate cuerpo a cuerpo, y curtidos en cientos de arriesgadas misiones (es decir, lo que viene siendo, unas auténticas máquinas de matar sin piedad, en formato humano) se iba a hacer cargo de la vigilancia nocturna del pueblo y sus alrededores.
Los vecinos podrían estar tranquilos, tenían la palabra del condecorado militar, de que nadie iba a correr peligro esa noche. Además, un hombre solo, por muy desproporcionados que fueran sus instintos asesinos, no tenía absolutamente nada que hacer frente a un grupo de entrenados profesionales que eran sus soldados. Combatientes famosos en el mundo militar por su enorme capacidad de maniobra y ejecución de las misiones más arriesgadas y con un alto nivel de preparación para la batalla.
Y así fue, a la mañana siguiente, tal y como había prometido el coronel, ningún vecino del pueblo sufrió el más leve rasguño. Sin embargo, no se pudo decir lo mismo de su compañía, aniquilada por completo durante una especie de espeluznante ritual nocturno. Mezclado con un espantoso baño de sangre, que dejaba a la vista el terrible espectáculo de ver los cadáveres de su tropa, teñidos de rojo y en posiciones muy extrañas. E incluso varios de ellos descuartizados, dando la sensación de que el autor de la matanza se había ensañado con algunas de sus víctimas. Que daban la apariencia de grotescos, a la vez que espeluznantes muñecos de trapo troceados. Brazos, por un lado, piernas por otro, una oreja por aquí, una nariz por allá, vísceras desparramadas por el suelo. Ofreciendo una imagen de horror que superaba a la película más sangrienta, que un director de muy retorcida y macabra imaginación pudiera rodar.
No hay enemigo pequeño, y si además está loco...
Treinta y seis años antes…
El día 9 de agosto de 1969, la actriz Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polanski, y embarazada de ocho meses, fue asesinada brutalmente, junto con otras cuatro personas, en su domicilio de Beverly Hills (Los Ángeles). Los autores eran miembros de la secta La Familia, cuyo líder Charles Manson, fue condenado a cadena perpetua.
Y el final de la historia fue…
Del loco nunca se volvió a saber absolutamente nada. Aunque la policía siempre sospechó que era el autor de más muertes, después de descubrir algunos cadáveres que aparecieron descuartizados en el estado de California en años posteriores. Lo único que se pudo saber de él, es que en su juventud había sido un gran aficionado al cine de terror, siendo su película favorita, El baile de los vampiros, dirigida por Roman Polanski, y en cuyo reparto figuraba la hermosa y sex symbol de Hollywood, Sharon Tate.
¿Verdad? ¿Mentira? ¿Quién lo sabe?
Todos nacemos locos. Algunos continúan así siempre (Samuel Beckett)
Fran Laviada