En ocasiones la publicidad se convierte en un arte oscuro que genera adicciones permanentes y deudas interminables en los consumidores. Por eso, como compradores (algunos compulsivos) hemos de preguntarnos si en realidad necesitamos la mayoría de las cosas que una agobiante e implacable publicidad nos ofrece a diario y a todas horas.
¿Es la publicidad el arte fraudulento, que en la mayoría de las ocasiones, trata de convencer a la gente para que gaste un dinero que no tiene en cosas que no necesita para nada?
Pues parece ser que así es .La mayoría de la publicidad que nos bombardea día tras día, lo único que busca es crear en la ciudadanía necesidades inexistentes y elevar el afán consumista del comprador al máximo, con el objetivo de convertirnos en consumidores adictos a productos que en realidad no nos hacen falta absolutamente para nada.
Las poderosas multinacionales utilizan ingeniosas campañas y promociones para vendernos sus artículos, y lo hacen de forma insistente mientras nos taladran el cerebro para tratar de convencernos. Nos presentan productos como si fueran milagrosos y nos crean la necesidad de adquirirlos. Y lo hacen con anuncios que, en ocasiones, pueden resultar verdaderamente patéticos, pero eso sí, eslóganes impactantes que pretenden hacernos creer que nos viene bien, algo que, en realidad, no es así, y que tampoco nos sirve, ya que en multitud de ocasiones lo que pretenden vendernos es una auténtica porquería.
Lo peor de todo es que el consumidor, muchas veces, acaba gastando dinero que no tiene para comprar cosas que no le hacen falta y que muy bien podría prescindir de ellas, si no le hubieran creado la necesidad de tenerlas en su poder.
Y si no puede pagarlo, las empresas le ofrecen financiación, lo que provoca que el consumidor acabe encadenado a una deuda interminable. Además, incluso después de su muerte, la deuda puede seguir persiguiendo a sus descendientes. Por lo tanto, hay que pensar muy bien lo que se va a adquirir y cuánto dinero estamos dispuestos a pagar, el asunto no es para tomarlo a broma.
Por otra parte, la publicidad también nos ofrece algunas cosas gratuitas, pero es difícil encontrar un anuncio que realmente valga la pena entre tantos bodrios que intentan que veamos a diario. Por suerte, existen algunas campañas ingeniosas, divertidas y auténticas que merecen la pena, pero suelen brillar por su ausencia.
Aunque no toda la publicidad es dañina, es importante ser conscientes de que, y hay que insistir en ello, muchas veces busca crear necesidades que no existen y nos empuja a gastar el dinero en cosas que no necesitamos. Por eso, es necesario ser críticos con los anuncios y no dejarnos engañar por sus promesas vacías y al mismo tiempo engañosas.
Fran Laviada