La luz del sol se filtraba a través de las hojas de los árboles, creando sombras que danzaban en el suelo como incansables bailarinas. Roberto estaba sentado en un banco del parque, con la vista fija en la figura de su hija Silvia, que se divertía en la zona de juegos .Todo era perfecto y tranquilo en ese momento. Sin embargo, las cosas no eran tan idílicas como parecían. Roberto llevaba meses intentando superar la pérdida de Marta, su esposa. Trataba de mantenerse fuerte por su hija, pero la soledad que sentía, era abrumadora. Había llegado al parque buscando algo de paz, tan solo un poco de respiro, en medio de la confusión y la tristeza que presidían su vida diaria. De repente, un grito estridente lo hizo sobresaltar. Se levantó rápidamente y corrió hacia la zona de juegos, donde encontró a Silvia con lágrimas en los ojos. Una niña mayor la había empujado tirándola al suelo.
Roberto respiró profundo y trató de mantener la calma mientras consolaba a la pequeña. La niña que arremetió contra su hija, se había ido corriendo, y aunque Roberto quería hacer algo al respecto, su prioridad era Silvia. La llevó al banco donde se sentaron juntos mientras él examinaba su brazo lastimado en la caída. Afortunadamente, la lesión no parecía ser grave. Mientras se aseguraba de que su pequeña estuviera bien, Roberto se dio cuenta de la fragilidad de los seres humanos. En un momento todo era paz y tranquilidad, y al siguiente su hija estaba llorando y su mundo parecía haberse derrumbado. A pesar de todo, sabía que tenía que seguir adelante. Tenía una hija que lo necesitaba, y ella era la razón de su existencia.
Después de unos minutos, Silvia se recuperó y volvió a jugar, tan solo había sido un pequeño susto en la feliz e inocente vida de la niña. Roberto la observaba con una mezcla de ternura y tristeza en su corazón. Sabía que nunca sería capaz de reemplazar a su esposa, pero también era consciente que tenía que hacer todo lo que estuviera en su mano para darle a la pequeña la mejor vida posible.
Mientras su hija jugaba, Roberto se concentró en sus pensamientos, reflexionando sobre lo frágil que era la existencia humana y lo importante que era vivir en el momento presente. Se prometió a sí mismo que haría lo posible para encontrar la felicidad de nuevo, por su hija y por él mismo.
¡Todo va a estar bien!, se dijo. Y en ese momento, aunque sabía que el largo camino que le quedaba por recorrer no sería fácil, se sintió un poco más fuerte, un poco más capaz de enfrentarse a todo lo que fuera que el futuro le iba a deparar.
Fran Laviada