En el cálido resplandor de la taberna, la tabernera, una mujer robusta y de mirada vivaz, se movía con destreza entre las mesas de madera.Su risa resonaba por encima del murmullo de las conversaciones mientras servía jarras de cerveza espumosa.En un rincón, cinco enanos barbudos, con sus hachas y picos apoyados contra la pared, brindaban en voz alta.Sus barbas, trenzadas con cuentas brillantes, se movían al compás de sus carcajadas, y sus ojos centelleaban con el reflejo de las llamas danzantes de la chimenea.La tabernera se acercó a ellos con una bandeja llena de jarras rebosantes y un gran plato de carne asada.¡Por vuestras aventuras y el oro que encontréis!”, exclamó con una sonrisa.Los enanos, alzando sus jarras, respondieron al unísono: ¡Y por la mejor cerveza al este de las Montañas!.La camaradería llenaba el aire, y la taberna se convertía en un refugio de historias épicas y amistad inquebrantable, un lugar donde las leyendas cobraban vida con cada brindis.Mas algo pasó, uno de los enanos barbados estando él bebiendo su pinta, notó algo.!Alguien había metido una moneda de cobre en su pinta!.La tensión fue en aumento, pues una moneda de cobre en la bebida, significaba que era un enclenque bebedor.Y, eso, un enano, no lo toleraba..Para intentar finalizar la discusión, la tabernera propuso un juego de beber. Entre los cinco enanos.Quien aguantará toda la noche bebiendo pintas de hidromiel, se proclamaría vencedor del Puerco Agitador, el nombre de la taberna.¿Qué enano rehusaría de tal semejante acto? .