Cuando creces sin amor y de repente en tu adolescencia, encuentras a la persona que consideras “amor de tu vida”, pero en realidad no lo amas ni lo quieres.
Solo rellenas el vacío que sientes y en el momento, que las cosas se tuercen en la relación sientes la necesidad de que esa persona nunca se vaya, por el simple hecho de haber desarrollado dependencia que luego se transforma en obsesión y esa obsesión te termina matando.
Sin embargo, te encuentras solitaria en un callejón sin salida y el cuerpo lo transforma en ansiedad, y te condenas a vivir con la ansiedad en la que poco a poco te consume y apaga el brillo que te llena.
A pesar de ello, no ves salida y empiezas a establecer dependencia de terceros, ya nada te gusta y ves tu vida hecha un desastre. Sin embargo, te cuesta abrir los ojos y ver en qué agujero estás sumergida.