De tantas noticias como uno tiene acceso, pocas llaman poderosamente nuestra atención para hacernos reflexionar.
Una de ellas tiene su fuente en la Agencia Espacial Europea (ESA), que afirma que la Tierra se destruirá en unos 5.000 o 6.000 millones de años. Para formular esta predicción, sus científicos se han basado en el conocimiento sobre cómo y cuándo el Sol llegará a su final.
El sistema solar tiene unos 4.570 millones de años y su estrella se encuentra en la fase de secuencia principal, en que su núcleo todavía es capaz de convertir el hidrógeno en helio, en un proceso que desprende grandes cantidades de energía en forma de luz y calor .
Será entonces cuando la Tierra pase a ser historia, devorada por el calor. Sin embargo, las altas temperaturas ya habrán hecho inviable la vida humana en el planeta en aproximadamente tres mil millones de años. Esto pasará cuando la medida del Sol aumente un 10% en comparación con la forma actual de la estrella.
Tras digerir la noticia, uno no sabe si calificarla de extravagante, mera ciencia ficción, agorera, apocalíptica o, simplemente, alarmante. Probablemente sea una mélange de todas las anteriores, aunque estarán conmigo que podemos descartar lo de alarmante, aunque sea porque ya sean 5 o 6 mil millones de años supera con creces la actual esperanza de vida de los humanos.
Un acontecimiento de esta envergadura, que yo sepa y conozca, sólo tiene parangón con el nacimiento del universo, el big bang, hace unos 13.800 millones de años.
Como ha puesto de manifiesto Avi Loeb, catedrático de Astrofísica de la Universidad de Harvard, casi toda la vida en la Tierra depende del Sol. No es casual que los humanos lo hayamos adorado desde los albores de nuestra civilización hasta la última vez que nos pasamos una hora tumbados sobre una toalla en la playa. Venimos literalmente de las estrellas; la materia de la que estamos hechos se generó en el corazón de una estrella que estalló, formando planetas como la Tierra, convirtiéndose luego en el material de toda forma de vida terrestre. Y sin la calidez y la luz del Sol, no habría plantas, ni habría oxígeno en abundancia ni la vida tal como la conocemos.
Y es que el Universo ya era antiguo cuanto el sistema solar se formó hace solo 4.600 millones de años. Además, relativizando las cifras, tengamos en cuenta que la especie humana tan solo tiene 200.000 años y que la tecnología moderna no apareció en la Tierra hasta el siglo pasado, hace 0,0001 millones de años.
¿Qué supondría la desaparición de nuestro planeta? Resulta difícil por no decir imposible prever las condiciones ambientales, de vida y avance tecnológico que asumirá la especie humana en unos cuantos miles de años, cuanto más dentro de 5.000 o 6.000 millones de años.
El científico Edward O. Wilson, de la Universidad de Harvard, ha aseverado que existen entre 1,5 y 1,8 millones de especies animales conocidas, identificadas y con un nombre científico, aunque la estimación del número de especies en la Tierra puede variar entre 3,5 y 100 millones, incluyendo las bacterias.
En cuanto a la población humana, con cifras actuales del año 2022 es de 7,9 billones de personas (frente a los 2.773.019.936 del año 1955), con una previsión en 2050 de 9.735.033.990 de personas.
Este mismo científico ha señalado que hace muchos años un equipo de economistas y biólogos intentaron estimar el valor en dólares del mundo natural que destruimos: el agua, el aire, el suelo, etc., y la cantidad que obtuvieron fue de treinta y tres trillones de dólares al año. Y eso sin contar el valor del patrimonio – siempre subjetivo y sujeto a los más variados indicadores e intereses – en edificaciones, estructuras de todo tipo, comunicaciones, muebles, obras de arte, etc.
Es más que probable que dentro de unos cientos, quizás miles de años o, quién sabe, en un corto y relativo espacio de tiempo, la denominada astroarqueología haya descubierto vestigios de vida en otros planetas, ya sea en nuestro propio sistema solar o más allá de nuestra galaxia, capaces de albergar vida inteligente y condiciones ambientales suficientes como para iniciar una nueva vida. Por lo tanto, se abren dos incógnitas principales, aventurarnos a estipular el tiempo durante el que esa vida inteligente podría ser descubierta y el período durante el cual existiría nuestra inteligencia para buscarlas.
En cualquier caso, ese hipotético planeta debe observar una serie de atributos o parámetros esenciales para ser habitables, sobresaliendo la presencia de agua líquida.
Dejando de lado nuestro propio sistema solar, con el lanzamiento en 2009 del Telescopio Espacial Kleper, construido por la NASA, se han descubierto 2.350 exoplanetas capaces de ser habitables, y existen otros 2.420 candidatos en espera.
Sea como fuera, hemos de preservar nuestro planeta mejorando las actuales condiciones de vida, lo que pasa inexorablemente por el respeto de nuestro entorno natural y el fin de toda hostilidad o conflicto armado que pueda conducir, como ocurre con la actual guerra entre Rusia y Ucrania, a un desastre nuclear de imprevisibles y devastadoras consecuencias.
Entre tanto, les animo a ver las imágenes tomadas desde la Estación Espacial Internacional y contemplar la belleza de nuestro planeta azul, tan encantador pero a la vez tan frágil en la infinitud del espacio, un grano de arena en la inmensidad de cualquier playa, un punto minúsculo en el Universo que nos cobija.
Como dijera Albert Einstein, “Con la tierra degradada al papel de un planeta que gira alrededor de una estrella (el Sol), entre los miles de millones de estrellas en una galaxia, a su vez entre miles de millones de galaxias, podemos tener una idea de nuestra pequeñez en el insondable universo. Es tal la vastedad de lo que ignoramos, que es mejor dejarlo así, para que sean los científicos quienes puedan ir avanzando en estos temas que superan nuestro nivel de captación…”.