1. Escribí tus memorias, no una autobiografía .Una autobiografía es el relato de toda una vida; una memoria es un recuerdo sobre esa vida y podés narrar muchas de ellas. Si lo concebís así, resulta un proyecto menos intimidante, pero no por eso sumamente valioso.
2. Hacé un diagrama de tu vida. Algunas personas sólo tienen una historia que les parece importante o digna de contar, y otras no logran recordar ninguna. Tristine Rainer, autora de “Your Life as Store” (Tu vida como una historia), aconseja hacer un diagrama de vivencias para ver las cosas en perspectiva. Rememorá tu pasado, pedí ayuda a un amigo o a tu pareja e identificá los seis momentos más relevantes. Si hacés esto a conciencia y con honestidad, sin duda te vendrá a la memoria algún suceso que dejó huella por su importancia, encanto o misterio. Si no recordás ninguno, no te preocupes: hay muchas formas de diagramar una vida. Intentá dividir la tuya por decisiones críticas, personas influyentes, conflictos, creencias, lecciones e incluso errores. Experimentá hasta que encuentres la historia que querés contar, la experiencia que te marcó.
3. No empecés por el principio. Evitá contar tu historia cronológicamente; es un estilo demasiado predecible. Pensá en tus libros favoritos: la mayoría no empiezan por el principio, sino que te atrapan con intrigas y acciones inmediatas. Un buen comienzo es el que ofrece a los lectores suficiente acción para cautivarlos, sin revelar el desenlace; después, introducí el relato cronológico y enriquecelo con detalles coloridos y relevantes.
4. Usá todos tus sentidos. Los mejores escritores crean mundos fascinantes para que los lectores se apropien de ellos y los habiten; en cambio, quienes escriben memorias por primera vez, suelen producir borradores planos. Para transportar a los lectores (y a vos mismo), escribí con detalles vívidos. Esto se logra usando todos los sentidos para recrear con exactitud tus experiencias. Podés aprender a hacerlo sin necesidad de asistir a clases. La próxima vez que esperes en un restaurante, en un consultorio médico o incluso en la calle, prestá atención a las imágenes, los sonidos, los olores y las texturas. Esto es lo que hacen los escritores, tanto en la realidad como en sus narraciones.
5. Ejercitate escribiendo. La práctica hace al maestro. Proponete escribir 200, 500 o 1.000 palabras por día, a una hora fija (por ejemplo, por la mañana), y alcanzá la disciplina. No te preocupes por redactar perfectamente; sólo concentrate en relatar la historia (después podrás pulirla). Relajate. Las memorias son el tipo de literatura más fácil de escribir. Ya hiciste la investigación y estás familiarizado con los personajes; sólo necesitás contarlo.