A veces cuando el ruido es muy fuerte en la cabeza
soy como una ciudad perdida,
como un templo en ruinas que huye de visitas;
soy como el caso perdido por el que nadie reza
y ya no me vale la caricia.
Me cierro en banda,
y escapo de las personas a las que no querría hacer daño,
porque mis ojos tristes son como espadas
y mi silencio hace tanto estruendo
que mata.