Amanecido el día y ya puedo olerlo: sangre.
Resbala el suelo, gotea desde mi cuerpo,
de lo que no hay, tengo hambre;
pero yo no conozco su forma,
¿cómo es el amor?
Salgo armada, y los paneles invisibles
rodean mi contacto, no me toquen.
Las cosas que quiero son más simples
aunque yo me complico.
Arráncame. Arranca mi piel.
¿Puedes ver qué hay?
¿Es dolor, trauma, odio, son lágrimas?
Te das contra mi muro, pero soy yo
quien se puede romper.
No quiero pensar,
a la noche vienen a por mí,
me escuchan desde dentro,
me gobiernan como un hambriento Rey Midas
los demonios, las pesadillas.
Con la desesperación busco un punto de escape.
Es falso todo .
A paso ciego encuentro la dosis exacta
para mantener mi entusiasmo.
El miedo y el dolor ya no asustan tanto,
cuando consumes de sus mismas manos
estás libre de espanto;
te acabas transformando en alguien que ya no reconoces,
no es bueno ni es malo,
aunque puede que sea más bueno que malo
pues en tu cabeza ya no gritan tanto las voces.