Estuviste ahí escuchando cada uno desus arrebatos, sus llantos, sus, incluso, gritosque ensordecían cualquier otro sonido.
Estaba rota, terriblemente rota.Pero tú supiste estar para secar sus ojoso abrazarle y decirleque siempre iba a tenerte.
Hacías lo que fuera para que se sintieramenos sola en sus desastres.
Pero acabó distanciándose cuandoya no te necesitaba;a veces parece que solo aparecemospara ayudar a avanzar o a entendero a cerrar ciclos o traumas;y es que, en ocasiones, las relaciones humanasson una estafa;cogen de ti lo que necesitan,luego desaparecen como si nada.
Sentías tu pecho ardiendo,como cuando el agua hirviendorebosa hasta caer y entoncesempieza a empaparlo todo.
Era la rabia, el desconcierto,eras el daño colateral.Pero, ¿arrepentirte?, tú nunca,porque así eres tú, y es justo lo que te hace especial.