Me muevo por pura física.
El abatimiento se apodera de mí,
me agarra del cuello,
me vapulea y me intoxica.
No tengo hambre, pero como obsesiva,
me pasa a veces, creo que reconforto mi ansiedad;
en ese único momento encuentro la evasiva;
tengo en mi inquietud, su mella.
Esta angustia tan frecuente
es la que me hace devorar a la tristeza
y convertirme en ella.
Tengo al desconsuelo a diario
en el reflejo de mis ojos,
en mis pies derrotados
y en una capa imaginaria sin arrojo;
esa tela que llevo a mi espalda, desteñida,
queriendo salvarme;
pero esa capa de superhéroe ni me salva ni me cuida.
Voy de un infierno a otro,
y empieza a cansarme pelear con mis demonios.
Voy a rendirme; voy a rendirme; soy yo quien sobro.
Me duelen las ojeras, ya sombrías;
no soporto ni una lágrima más.
Las fuerzas de mi cuerpo ya no son mías.
Las tiene él;
me maneja, me controla, me grita
y me aniquila lentamente,
y yo siento que ya no puedo contra él.
Él soy yo.
Yo soy Thanatos.
Porque yo soy quien se deja;
veo cómo ahorca mi corazón;
siento esa punzada,
esa falta de oxígeno, y no hago nada.
Yo soy Clotos, Láquesis y Átropos,
y vengo a por mí.
Siempre fui cómplice de este dolor.
Me dejé doler y yo misma me hice daño;
no lo pude sucumbir.
Y ya no puedo más.
Me quiero rendir.
M e q u i e r o r e n d i r.