La verdad es que te echo de menos. Pero tengo miedo de decírtelo .
De que no necesites escucharlo ni necesites saberlo. O de que no me necesites a mí. Sobre todo eso. Pasan los días, como páginas de libro, uno a uno, pero mucho más lentos, o tal vez pasan rápido pero que tú no estés en ellos ya me va jodiendo. Y me hago miedica por temor a perderte y no volver a encontrarnos; y entonces mi boca se va encogiendo como negándose a volver a reír. O quizá sí, pero sin ánimo. Y sin ser tú el motivo ni la fuerza con la que arraso cuando sin querer queriendo te quedas conmigo. A veces, si es por ti, me gusta arriesgarme. Pero entiéndeme, tampoco es que me guste sentir que soy yo la que va detrás de alguien _sin que vayan, también, detrás de mí_. Tengo miedo a que no respondas o que sea escueta tu respuesta, como queriéndome decir que no estamos en la misma sincronía. Y entonces, mi fuerza y mi debilidad se pelean y se matan hasta la agonía, discutiendo entre si hablarte o no. Porque, ¿y si es así?, que tú a mí, ya no. Será cuando me cabree conmigo misma, arrepentida de haber dejado escapar a todos esos te extraño. Y me haga así un poco más daño de lo que ya produce este sin saber. Ojalá supiera qué piensas. Ojalá supiera que te quedas y así quedarme también yo; ojalá supiera qué harás, para remediar esta distancia que me pones, ya sea quedándote conmigo o dejándome atrás.