Vivir en constante equilibrio mental, sopesando todos los comportamientos y decisiones, sin realizar ninguna acción de la que luego te arrepientas, es un pensamiento casi utópico. El ser humano falla, comete injusticias y nunca será perfecto, a pesar de que existen formas que ayudan a mantener cierta lucidez, a través de consultas con psicólogos, limpiezas espirituales, entre otras formas.
Según Google Trends, las búsquedas del término "equilibrio mental" en agosto de 2021 crecieron un 45 % en comparación con el mismo período del año pasado .
Cuando se pierde la racionalidad y, en ocasiones, incluso la propia lucidez, comienza lo que los expertos conocen como “secuestro mental”, un periodo en el que la emoción se apodera de todos los pensamientos, aumentando el riesgo de actuar de forma agresiva y completamente temeraria. Es el momento en que la mente no se enfoca en el presente, sacando a relucir problemas del pasado y/o generando ansiedad en el futuro.
La estudiante Lorena Amorim, de 21 años, sufrió cierto tipo de “secuestro mental” durante la pandemia, principalmente por la difusión de noticias falsas. La joven, que siempre ha tenido la costumbre de hacer planes a largo plazo para su vida, se encontraba estancada y sin saber qué hacer ante tantas noticias, de las que aún no lograba discernir qué sería cierto o no. . “Todavía era muy temprano. Empecé a asustarme por todo. Las noticias falsas y la presión de los medios sirvieron para ponerme más ansiosa y angustiada por la falta de percepción y planificación de mi futuro. Tenía las manos atadas, no tenía mucho que hacer, ya que era un hecho reciente, del cual no teníamos mucha información”, comenta Lorena.
“Los lazos familiares fueron puestos a prueba para miles de personas. Empezó a existir un desafío frente a la convivencia familiar que implica el aislamiento”
TODO NUEVO: “Mi rutina también ha cambiado mucho con la pandemia. En 2020, acababa de ingresar a la facultad de publicidad y publicidad. Menos de dos meses después, comenzamos las clases a distancia. Al poco tiempo tuve que mudarme a otra ciudad. No conocía a nadie excepto a mi familia. Esta convivencia excesiva con las mismas personas nos empezó a afectar a todos”, añade.
“Las intrigas aumentaron en casa y comencé a tener percepciones que antes no tenía. Empecé a enfadarme más con los miembros de mi familia. Además, ya no tenía ninguna motivación para seguir las clases, así que empecé a vivir única y exclusivamente con los que vivían conmigo”, agrega Lorena.
ESTIGMA: Lorena aclara que siempre quiso hacer consejería psicológica, pero que debido al estigma asociado a la salud mental, escuchó frases como “esto es fresco” y “pronto pasará, no lo necesitas”.
La psicóloga Flávia Sorice revela que, al igual que la ansiedad y la depresión, otras enfermedades psiquiátricas son estigmatizadas por la falta de información, lo que conduce a diagnósticos y tratamientos inadecuados o precarios.
“Las enfermedades psiquiátricas no se toman en serio porque no son palpables y visibles, como una herida o un hueso roto. Por ejemplo, aquellos que tienen depresión temen ser etiquetados como perezosos, por lo que muchas personas no buscan tratamiento. Solo cuando la enfermedad está en su extremo o sucede lo peor, la gente enciende la alerta de la situación”, dice.
Flávia destaca que ninguna enfermedad relacionada con la salud mental es frescura o signo de debilidad. “El primer paso para salir de ella es reconocerla, luego aceptarla y buscar ayuda especializada”, dice. “Los tratamientos han evolucionado, pero la sociedad necesita avanzar y reconocer a cada individuo en sufrimiento psíquico, ayudando a acabar con la discriminación tan arraigada”, refuerza.
Dar gracias es una forma de cuidar la salud
Al principio, Lorena necesitaba refugiarse en la espiritualidad y la lectura. Fue solo cuando su querida hermana, que también estaba experimentando problemas psicológicos, tomó medidas drásticas que la familia decidió buscar ayuda profesional. “Había que esperar a que pasara algo crítico y grave para que empezaran a darse cuenta de que era necesario el apoyo familiar y la terapia”, explica.
“Me sentí abierta con ello, en todo momento tuve la certeza de que ese seguimiento profesional sería importante e imprescindible para mí. Aproveché esta oportunidad y continúo con el tratamiento hasta el día de hoy”.
La evolución fue tal que Lorena cuenta que en la última sesión de terapia sus palabras fueron todo agradecimiento. “No tenía nada de qué quejarme, solo gracias. Me sentía realizada en todos los ámbitos de mi vida”, concluye la joven.
La gratitud es reconocida científicamente por sus efectos positivos. Un estudio de la Universidad de California (UCLA) señala que ser agradecido modifica regularmente algunas moléculas en el cerebro, lo que interfiere con la felicidad y la salud.
Durante la investigación, los voluntarios se dividieron en dos grupos: el primero debía enumerar diariamente los motivos de gratitud y el segundo debía enumerar sus molestias diariamente durante 10 semanas. La experiencia provocó un sentimiento de mayor disposición en el grupo de agradecimiento, que comenzó a hacer más ejercicio y a brindar mayor apoyo emocional a las personas de su entorno.
Para la psicóloga y especialista en salud mental Simone Matias, “no tenemos la costumbre de percibir nuestra salud mental y por eso no buscamos ayuda. Además, pocas personas saben cómo buscar esta atención y los problemas acaban convirtiéndose en auténticas 'bolas de nieve'.
Simone identifica que durante la pandemia fuimos afectados por un contexto de negatividad, perjudicando sensaciones que son buenas para la mente, como la esperanza, la dignidad y la gratitud. Este último representa un importante estado emocional, asociado a la percepción de los beneficios recibidos.
Según Simone, uno de los ejercicios que se les debe indicar a los pacientes es identificar y crear momentos de gratitud, ya sea para agradecer al otro o por algo. “Cuando se trata de un hábito, puede reducir el estrés y fortalecer el sistema inmunológico, mejorar la energía y la disposición, y disminuir sentimientos negativos como la soledad, el miedo, la envidia y el resentimiento”, destaca la psicóloga.