Me he quitado la ropa, limpia de dudas,
y me he acomodado a tu lado.
No he pensado en ningún momento
en aquella estructura de hierro
que bloqueaba cualquier paso
a mi templo.
Pero tú has querido conocerme
y acariciar mi cuerpo sin prejuicio
y poner la mano en mi fuego
sabiendo que no iba a consumirte.
Dime qué ves en mí,
que no vieron otros,
para que no quieras irte.
Yo te abrazo
sin cerrarte mis puertas
y sin helarte de frío
cuando lluevo como marzo.
Yo te quiero al lado mío
porque me das la paz que cualquiera antes
me haya abatío'.