No tienes el control.
No puedes acelerar ni frenar
cuando quieres tú.
El peso en el tórax
que aprisiona el oxígeno
y el hilo invisible
atando tus manos y pies.
Te has desplomado
en un abrazo de socorro.
No sabes cómo seguir,
cómo hacerlo.
Yo no sé cómo ayudarte.
Te he mirado con el amor en las pupilas
y la lluvia en las pestañas
y mi propio corazón hecho un desastre.
Cargo mis propias mochilas
y sé cómo duelen las entrañas
y cómo es que la oscuridad esté
al borde de atraparte
y cómo es que te tenga
con tu fuerza engullida.
Pero sé cuánto vales,
aunque tú no alcances a creerlo.
Que la vida es un salto y una caída,
una noria que no para
de abajo, arriba.
Están tragándote
tus propias arenas movedizas internas,
casi no respiras,
créeme, te entiendo,
pero aquí estoy creyendo en ti.
Vas a salir de todas;
espera, quédate a verlo.
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