Sois como perros sumisos cuando vuestro Dios
os aprieta mientras decís que no ahoga, pero ahoga.
Cuando tengáis la sangre derramada y
el aliento en intermedio por el duelo,
seguiréis diciendo "es por una buena obra'.
En vuestro Dios habita el mismo mal
que no quiere reconocer bajo su firma
e inventáis demonios e infiernos y separáis
el bien de la maldad para limpiar su nombre
como buenos ciervos ciegos de su ego.
Dejad de rezarle, huid de su falso paraíso.