Quizá solo necesitamos que alguien
deje de alejarse al ver la sangre en nuestras manos
y nos acaricie como si no fuésemos a morder.
Quizá solo mordemos porque nos tocan
como animales.
Pero somos más que instinto.
Nos dejaremos de defender
cuando dejen de ver en nosotros
el peligro.
Somos el gato apaleado
que desconoce el cariño y el hogar.
Cuando lo conozcamos,
dejaremos de enseñar los dientes y de bufar.