Qué fácil es sonreír cuando eres feliz. Cuando las personas que te rodean son de verdad y los momentos que vives están bien cargados con terrones de ilusión, de ganas por hacerlo bien o de ser mejor .

Qué bueno encontrar a esas personas que te dan brillo, que te dan ritmo a la monotonía, y que con ellas, el único ruido con el que se agita el corazón, es con el de las carcajadas y el de la felicidad latiendo fuerte como una nota insurgente de tambor. Y por eso, nunca, nunca, debemos de no tener en cuenta el tiempo que nos prestan, dejándonos perderlo juntos. Que ese tiempo que se va, ya no vuelve, y si no eres capaz de apreciar eso, no les mereces. Tú quédate con quien te rompa la coraza por completo y haga que tu corazón quiera ser su casa. Y hazlo. Haz posible que no quiera cerrar tu puerta para mudarse a algún otro lugar que no seas tú. Que ser feliz es más sencillo de lo que nosotros mismos intentamos boicotear, creyéndonos insalvables y que todo es jodidamente terrible y cuesta un mundo. Y no, no todo. Y es que, qué lindo es tener a esa persona cómplice de tu lado, y qué poca importancia parece tener cualquier desastre. El amor, la familia, las amistades... quienes sean, dales el lugar que se merecen.