Soy Kurt Cobain en un cuerpo de mujer;
la reencarnación del sufrimiento,
amañado para que no deje de doler.
El corazón oxidado por la rabia;
mis pies que tambalean en un puente de hierro frágil;
creo que tengo en mí el clima desértico de Arabia.
Mi estómago vulnerable que a veces me mata,
mis manos insensatas y mi corazón que se me sale,
no quiere estar dentro.
Joder, ciérrame el infierno
que sin querer, entro,
y no quiero.
Quiero golpear todo,
romperme las manos y sangrar con el caos,
pero mi fuerza emocional siempre me rescata.
El odio y el amor a la vida siempre empata;
y eso es suficiente para hacerme fuerte
y querer continuar buscando a la suerte
y que esta sobresalga.
Yo soy el puto invierno; yo soy quien se quiere y no me quiero.
Lucho en contra de todo, para que nadie me duela,
aunque a veces dejándome herir, soy yo quien más me hiero.
Soy suicida, soy lo antisocial, el escándalo público
y lo prohibido, como lo fue la erótica de Gustav Klimt:
el beso, Danaë o Judit.
E incluso con todas estas etiquetas,
y mi cabeza un poco menos cuerda, no podrán conmigo.
Tendrán que asesinarme y ponerme una pistola en la boca
y decir que fui yo quien se rindió, pero fueron ellos;
yo no acepto la derrota.
Pero, no, no podrán conmigo.
Soy la versión beta del suicidio;
yo tampoco voy a acabar conmigo,
aunque a veces tan vacía y tan sola.
Yo me quiero, aunque a veces no me quiero;
el resto del mundo, que se joda.