Era invierno cuando le conocí. Los dos nos encontramos con pasados pesarosos sobre nuestras espaldas .
Ya no sabía qué más podía hacer para que todo volviera. ¿Acaso podíamos volver? La respuesta en mi pensamiento siempre era la misma: "No sé. Solo sé que no quise volver a querer y sin embargo le quiero. Con todas mis fuerzas."
Acabamos haciéndonos daño los dos. Estoy segura que la culpa la tuvo la mala comunicación. El no saber dejar atrás las rencillas, el apartarnos con un dolor magnificado en vez de superar juntos los obstáculos, el no saber permanecer en unidad, y dejarnos romper por el miedo. Aquel miedo del principio.
Eran más o menos las 20:00 de la tarde de un lunes. Rasgaba la acústica recién afinada, y recitaba aquella canción que hace un par de horas atrás escribí. Sonó el móvil y mis manos corrieron buscando quién podía ser. Para mi sorpresa, era lo que tanto había deseado. Lo que tanto había suplicado en mi llanto desesperado. Atendí su llamada. Su voz arrepentida y sus ganas de verme me sacudieron de emoción y mis ojos rojos llorosos de alegría dijeron que sí. Un sí de inmediato. Era increíble. No podía creerlo, porque ya había dado por perdida nuestra relación, después de aquellas palabras que me escribió, sentenciando nuestro fin. Habíamos pasado unos días de verdadero calvario. Y de pronto, era feliz. Feliz en letras gigantes. Aquella misma noche después de vernos, de abrazar nuestros miedos, de romper nuestras cadenas, nuestro lastre, después de todo aquello, ni siquiera pude dormir de la euforia que sentía recorriendo mi cuerpo. Supe que haríamos todo por mantenernos a salvo.
Después de varias decepciones en el amor, tuve claro que los "te quiero" nunca son suficientes. Pero nosotros, no solo nos lo decimos. Nos lo demostramos. Y eso, es todo el condimento que necesita una relación de pareja para poder continuar hacia delante y no dejarse romper. Supongo que dos personas que se eligen no solo deben de estar para amarse en los momentos de sentir que todo está bien, sino, también para asumir los errores y las culpas. Comunicarse para entenderse y perdonar lo perdonable. Claro que, todo eso necesita de dos personas que sepan diferenciar qué es lo tóxico y destructivo del montoncito de estupideces que colman a veces. En este último caso solo necesitamos con emergencia quizá, de nuestro espacio de pensar, y refrescar nuestro puñetero software de la paciencia. De otra manera no creo que alguien pueda evolucionar o crecer. Tirar por la borda todo lo que sí se ha hecho bien, sería un crimen al amor.