Debo de hacerme a la idea que cuando cruces la puerta y te marches, serás el fiel reflejo de que ni las cosas más bonitas son infinitas, que cuando creemos estar en el pedestal, el infierno está a tiro de piedra. Cuando llegue el momento, no estaré preparado para echarte de menos hasta el fin del mundo.
Pero, por si acaso, mientras sigas a aquí, disfrutaré del contagio de tu risa ante las bobadas que regale la vida .
Por si acaso, mientras la vida me brinde tu amor, pausaré el tiempo las veces que haga falta para que lo nuestro no termine nunca. Te haré entender que siempre trataré de mostrarte el camino cuando te sientas perdida. Redactaré con mis dedos la historia más bonita jamás contada, tú y yo, en tu piel, mientras babeas nuestras sábanas. Siempre que sea el dueño de tu sonrisa, me pondré entre la espada y la pared del dolor y de las penas para que ésta no sea borrada de tu boca.
Morderé tus labios, cada vez que te despistes, para no olvidarme nunca del sabor de tus besos. Me perderé por tu fina piel, para memorizarte al milímetro, para drogarme de la esencia que transmite la pureza de tu olor, por si esa vez es la penúltima vez que te tengo. Iluminaré tu luna cuando entre nubes desaparezca. Te haré saber que me gustas en todas tus formas.
Sin embargo, cuando te vayas, todo se fundirá en negro. Quedaré mudo, ocultando todos los te quiero que se quedarán por gritarle al mundo. Las paredes de nuestra habitación serán testigo de largas noches recordándote. Y ahí estarás tú, tu foto, nosotros en París. Y todo retumbará en mi cabeza cuando estalles en mi mente.
Por si acaso, llega el día y te vas, dejaré notas en el espejo para que, cuando te mires en él y no sea mi sombra la que aparece, no olvides nunca que como más bonita estás es al natural, sin maquillar, puesta de pijama de felpa, y tu larga melena, color castaño oscuro, suelta.