A tí, a quién le entregué todo y ahora me deja sin nada, y es tan crudo saber que de verdad... ya no me queda nada .Y es que lo peor que pude haber hecho fue entregarte mi felicidad, todo mi tiempo, todo mi amor...

Fuí tan ilusa al pensar que mi amor siempre sería suficiente para tí, que no serías capaz de destruirme, de hacerme llorar. ¿Porque de eso se trata el amor no? De preocuparse por la felicidad del otro. ¿Cómo no pude verlo antes?

Tú siempre estuviste a un paso de la puerta, esperando simplemente tomar tus maletas e irte. Lloré. Lloré cada segundo desde que dijiste adiós, lloré porque en tus ojos no ví dolor, y lloré más cuando lo único que reflejaban tus enormes ojos marrones era a mí, desmoronándome... derrumbándome ante tí.

Y es que tener que despedirme de lo que más amé en la vida, es el paso más valiente que pude haber hecho. Es aceptar que tú ya no estarás más, que lo que existío se desvanece en mis manos. Que mi felicidad ya no tendrá tu nombre, y aunque nunca debí haberte permitido ese poder yo así lo quise. Y ahora pago por ello.

Nosotros los que amamos realmente, tenemos la deprimente tendencia a creer que nadie se atrevería a rompernos... pero sí, si nos rompen, y no les importa.