La felicidad es el camino al que todos queremos llegar. Es el camino que empiezas a buscar en cuanto tienes un poco de conciencia.
Recuerdo cuando era niña que no me importaba otra cosa que no fuera disfrutar del momento. Salir con las amistades al parque a jugar a la pelota, cuando gritábamos hacia el balcón de nuestro vecino para que saliera a jugar o cuando le pedía a mi madre que por favor me dejase media hora más para seguir jugando .
Esos momentos y recuerdos siempre los vamos a llevar en nuestra mente, despertando en nosotros una nostálgia grandiosa porque ahí fuimos felices de verdad con nuestro puro corazón, y no puedo evitar pensar ¿qué pasó de adultos?
Conforme vamos creciendo y llegando a la adolescencia, empezamos a tener conciencia de la realidad, de la máquina social en la que nos estamos convirtiendo. Poco a poco comenzamos a tener un sinfín de responsabilidades, estudios, metas forzadas y presión social. Desde que empezamos la primaria nos exigen unos resultados. En la secundaria pasa lo mismo, pero con más presión ya que después de los años de estudio, deberás escoger con 16 años lo que te "gusta", aunque no tengas ni idea de eso. Ahí la primera decisión impuesta de la educación actual. Hay jóvenes que han tenido la gran suerte de haber acertado en la decisión que tomaron en su momento, pero hay muchísimos otros los cuales me incluyo, que fracasamos en esa decisión. Y qué decir de la sociedad, la cual te machaca por ese fracaso. Empiezas desde bien joven a escuchar lo mal que tomaste esa decisión, lo mal que hiciste las cosas, lo mal que gestionaste tu futuro y lo mal que puede que te vaya si no escoges bien las próximas decisiones. Esa presión innecesaria que cae sobre tus hombros siendo pequeños. Porque sí, sigues siendo pequeño. No has tenido las suficientes experiencias como para saber crecer o mejor dicho, desarrollarte como persona. No has podido aprender del mundo ni de las personas, ni sobre la vida laboral ni la vida independiente, porque es imposible. Hay personas que han sabido salir de esa primera batalla victoriosos, pero la gran mayoría no.
Las personas que no pudieron empiezan a experimentar una serie de emociones y pensamientos negativos: "no sirves para nada", "merezco lo que me está pasando", "he sido tonta dejando esos estudios aunque no me gustaran"... y un largo etcétera. La gran mayoría de esos ejemplos se deben a frases similares o "escondidas" del entorno de la persona. Empiezan a quitar valor a la persona por las decisiones que toman. Desgraciadamente, un gran porcentaje empieza a contraer enfermedades mentales como depresiones, ansiedades e incluso han llegado al suicidio. Y empieza a salir la mágia tan característica del ser humano. La misma sociedad te juzga por haber llegado hasta ese pozo. Sin saber qué piensas, cómo te sientes, qué has vivido o cómo te trató tu entorno, los desconocidos y conocidos, tienen el poder de poder juzgarte y seguir hiriéndote. Y lo peor no acaba aquí ya que si quieres ayuda o eres capaz de pedir ayuda después de todos los golpes que has recibido, creen que estás exagerando o creen que "no es para tanto".
La gran mayoría de personas que hemos pasado por esto, terminamos yendo a terápia y medicándonos con antidepresivos o ansiolíticos, con tal de no tirarte por la ventana. Y aún así dirán que somos "cobardes" por haber querido salir de este mundo, donde el ser humano está tan deshumanizado que es capaz de destruir vidas ajenas sin necesidad de herirlas físicamente.
Comentario para tí: Creo en lo que estás pasando, creo en lo que has vivido y en cómo te sientes. Te entiendo y no estás solo/a. Somos muchos los que hemos pasado por esto. Resiste, llegará tu momento de ser feliz. Pase el tiempo que pase, saldrás de esa, compañero/a.
Añado que no solamente está ese tipo de presión social, son incontables las presiones sociales que vives desde que empiezas a ser "adulto", pero eso son temas que ya hablaremos de ellos más adelante.