Markel es su "nombre de guerra", con el que se hizo conocido en el argot taxyboyista. Desde hace siete años, este Argentino ha transitado por Europa y América Latina practicando el "arte de dar placer a las mujeres" .
Aquí las memorias de un Taxi Boy Argentino:
"Taxi Boy se ofrece. Mi nombre es Markel y soy taxi boy profesional, con amplia experiencia en darle placer a mujeres de Europa y Latinoamérica.Si te permitís gozar como una mujer de verdad debe sentir, escribime a este mail: markel212@hotmail.com".Con este anuncio, publicado en la página de encuentros del portal de Internet tresarroyosonline, se presentó en sociedad invitando a la fascinación de lo prohibido.
Este argentino de 37 años, hace siete abandonó su trabajo intelectual, para practicar el "arte de dar placer a las mujeres", como le gusta definir al oficio que le reporta recompensa a cambio de sexo. Sabiendo los prejuicios de una sociedad que se precia conservadora, prefiere resguardarse detrás de su "nombre de guerra", con el que se hizo conocido en el argot taxyboyista.Se casó antes de ser taxi boy, y a la par de una infidelidad comenzó a experimentar las carencias afectivas que abundan en el amor trivial. "Me divorcié hace ocho años cuando se supo una infidelidad que cometí con una compañera de trabajo, una mujer casada con alguien de mucho dinero pero emocionalmente insatisfecha", contó desde Madrid, donde se encuentra viviendo desde fines del año pasado. "De allí para acá viajé mucho. El hecho de tener una situación económica desahogada me permite alternar mi residencia entre Tres Arroyos, países de Latinoamérica y Europa". Su itinerario está marcado por la temperatura ambiente y llega justo a cada lugar en épocas ideales para la práctica del oficio más viejo del mundo. "Desde fines del año pasado estoy en Europa, vine con el frío para dar calor. Al comienzo del invierno vuelvo a Tres Arroyos para lo mismo", sostuvo como una filosofía particular que lo guía por los rumbos del placer.
Taxi boy de casualidadEn noviembre del 98´ ingresó al mundo del taxyboyismo por una mera casualidad. "Se me ocurrió hacer de taxi boy en un hotel de Cancún en forma de pirámide. Allí congenié con tres turistas -una sueca, una finlandesa y otra alemana-, que disfrutaban del viaje postmaestría. Empezamos a bailar en la piscina del hotel y terminamos los cuatro en la cama. Después de una larga jornada de sexo ellas decidieron pagarme la cena en el mejor restaurante de la ciudad y también la noche en la mejor de las discos. Esa fue la última noche, al día siguiente se volvían a Europa, pero yo recién empezaba mi viaje", deslizó Markel como una metáfora del camino que ese mismo día decidió seguir.La primera experiencia había despertado su curiosidad. "¿Y si hago esto más seguido?", se preguntó sabiendo la respuesta y se lanzó a la búsqueda de recompensa por placer. No le fue difícil ingresar al mundo donde las tentaciones son más de las que parecen y los prejuicios solo se maquillan en el plano de la enunciación. "A la noche siguiente intenté probar y para eso me puse a hacer dedo en la avenida principal de Cancún a todos los coches en los que circulaba al menos una mujer. La primera vez pararon dos chicas jóvenes con las que terminé la noche en el departamento de una de ellas. Las otras noches lo hice con otras que también pararon. Sólo me falló una noche de las cinco que me puse a hacer dedo para el levante".De ahí en más, vagó por el mundo alternando estadías entre Europa, Latinoamérica y Tres Arroyos, perfeccionándose en el oficio del sexo. Ejerció como taxi boy en hoteles de Cancún, República Dominicana, Venezuela y Cuba, y lo hizo como oferta callejera en Punta del Este, Brasil, Madrid, Barcelona, Benidorm, Lisboa, Roma y París.
Las apariencias engañanEn una ciudad donde los prejuicios que se declaran a plena luz del día parecieran atentar contra la búsqueda alternativa de placer, la realidad demuestra que en materia de sexo hay una lógica contradicción entre lo que se dice y lo que se hace. Todo aquello que en la vida no sale a la luz, debajo de las sábanas se ve muy claro. "Los prejuicios se declaman en todas partes iguales, pero te sorprenderías al ver como muchas de las mujeres que se muestran como prejuiciosas y se etiquetan como ultraconservadoras, terminan en la cama conmigo", confesó Markel, que conoce como nadie el paño de las apariencias, que nunca son lo que parecen. Hasta los hombres tresarroyenses se animan a hacer su apuesta, que él jamás aceptaría aunque le ofrezcan fortunas. "En Tres Arroyos tuve muchas ofertas de hombres para que tuviera sexo con ellos -hay muchísimos, aunque la mayoría lo disimula muy bien-, pero todas las rechacé y las seguiré rechazando. Nunca tendría sexo con un varón".
El mercado del placerSu clientela la constituyen mujeres casadas, de entre 30 y 50 años, de clase social media-alta y alta. Son mujeres que lo buscan cuando se sienten heridas en el espíritu o en la carne. Sus servicios van más allá del mero placer sexual. Existe una necesidad de llenar un vacío emocional que se enquista, lacerando la rutina de algunos matrimonios. "Ofrezco lo que los maridos dejan de dar, oídos para escuchar y caricias y placer para que tu ´partenaire´ sienta que es un ser humano con derecho a recibir atención y cariño, no una cosa más en el mobiliario de la casa". Dice que las mujeres llegan a él por curiosidad, y se quedan con él "porque se sienten vivas de nuevo".Los servicios de Markel rondan los cien pesos o cien dólares, según la disponibilidad económica de su compañera. Lo realiza en hoteles alojamiento, con los gastos pagos por la clienta de turno, o a domicilio "cuando los maridos están trabajando o haciéndose los galanes los miércoles por la noche".
La tentación "prohibida"Admite que en argentina abunda el "mercado" de mujeres casadas, que acceden a la tentación "prohibida", justificadas en la búsqueda de una suerte de "justicia" a situaciones que las defraudan. "Hay muchos maridos tresarroyenses que se hacen los dandys los miércoles por la noche en algún pub nocturno, mientras yo estoy con sus mujeres. Por ejemplo, una de mis clientas, harta de su esposo salidor, le dijo que no tenía problemas que salga con sus amigos o con quien quiera y que ella se quedaba en la casa, pero que como mientras él no estaba la molestaban llamándola al teléfono fijo lo iba a desconectar hasta que él volviera. Esto le permitía salir, ya que se manejaba con el teléfono móvil, y más de una vez el marido la llamó desde el pub donde estaba y ella lo atendió con el celular con un ´si mi amor, quedate un poco más´, mientras yo le hacía cosquillas en su parte más vulnerable".
Una demanda emocionalEn su transitar como testigo de historias ocultas y protagonista de pecados de amor, supo develar realidades femeninas que aun le cuesta comprender. "El hecho de estar con tantas mujeres ultrajadas emocionalmente me lleva a pensar en lo imbéciles que son sus maridos. Casi todas mis clientas son atractivas e intelectualmente muy bien formadas. No entiendo como un hombre puede dejar de mostrar amor por una compañera que no solo vive con él, sino que es la madre de sus hijos, la provocadora de su ´trascendencia´ en este mundo. Ni se imaginan lo que un poco de atención y cariño significan para una mujer. Ellos la tienen todo el día cerca, no son capaces de nada que las haga conmover, son unos pobres tipos... Es impresionante la demanda emocional que tienen las mujeres de argentina, no solo cuantitativamente sino cualitativamente".Para disimular por unas horas este vacío, ofrece su cuerpo. El rédito que deja su oficio a esta altura, según dice, ya no es tanto material sino emocional: "el ver el rostro agradecido de una mujer que tu tiempo y tu cuerpo hacen que vuelva a sentirse viva, para mí vale mucho más que cualquier paga".Sabe que en algún momento dejará la profesión. Será el día que forme una familia que es su verdadero objetivo en la vida. Por ahora, Markel sigue vagando por el mundo.