“No es bueno que el hombre esté solo”
19 Ene, 2022
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“No es bueno que el hombre esté solo”: cómo afectan a su salud las rupturas y la soledad
se asocian con un mayor riesgo de mala salud física y mental, según una nueva investigación.


"No es bueno que el hombre esté solo" es uno de los pasajes más conocidos de la Biblia. Y si bien la religión y la ciencia circulan por carriles completamente diferentes, la frase -tomada así, fuera de contexto- podría tener algún asidero científico .

Un reciente estudio mostró que, a diferencia de las mujeres, los hombres que viven solos durante varios años o han sufrido múltiples rupturas amorosas enfrentan mayores riesgos de salud.


El trabajo, realizado por investigadores de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y publicado en Journal of Epidemiology & Community Health, una revista de BMJ, arrojó que las separaciones, que con frecuencia son seguidas por un período potencialmente prolongado de vivir solo, se asocian con un riesgo más elevado de mala salud física y mental, inmunidad reducida y hasta de muerte.


Lo que observó el equipo dirigido por Rikke Lund, profesora del área de Salud Pública de la universidad danesa, es que vivir solo durante varios años y/o experimentar rupturas de relaciones importantes está fuertemente asociado con niveles elevados de marcadores inflamatorios en la sangre.


Aunque la inflamación se clasificó como de bajo grado, fue persistente y lo más probable es que indique un mayor riesgo de problemas de salud y muerte relacionados con la edad, sugieren los investigadores.


"Tanto vivir solo durante más de seis años, como experimentar dos o más rupturas amorosas aumenta el riesgo de inflamación alta en los hombres, pero no en las mujeres", explica Lund.


Precisa que la inflamación se refiere a la irritación crónica del tejido y no a las condiciones causadas por virus o bacterias.


"Los hombres son especialmente vulnerables. Necesitamos considerar la introducción de iniciativas especiales dirigidas a hombres que sufren rupturas o viven solos durante un período de años", considera Lund.


Las conclusiones se desprenden de la investigación que demandó el seguimiento de más de 4800 hombres y mujeres danesas a través de datos de archivos médicos, cuestionarios y análisis de sangre para detectar inflamación durante un período de más de 20 años. Sus niveles de inflamación se midieron entre 2009 y 2011, cuando los participantes tenían entre 50 y 60 años.


Inflamación crónica
"La irritación crónica de los tejidos del cuerpo está asociada con una serie de enfermedades, como la aterosclerosis, la demencia y el aumento de la mortalidad. También sabemos que un aumento menor, pero a largo plazo, de la proteína C reactiva (PCR) está asociado con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, y ese aumento también se observa en este grupo de hombres", amplía Lund.


La conexión entre vivir solo o haber sufrido varias rupturas significativas y un ligero aumento de la inflamación se mantuvo incluso al tener en cuenta otros factores que también podrían incidir, como la edad, el nivel educativo, rasgos de personalidad, enfermedades previas y medicamentos que puedan afectar la inflamación (estatinas, esteroides, antiinflamatorios, inmunosupresores) y eventos importantes de la vida (pérdida de un padre, preocupaciones financieras, conflictos familiares).


Actitudes y resultados diferentes
Los años vividos solos se categorizaron en: menos de 1 año, definido como grupo de referencia por ser muy frecuente y considerado normal; 2–6 años; y 7 o más años.


Alrededor de la mitad de los participantes había experimentado una ruptura de pareja, y un porcentaje similar había vivido más de 1 año solo (54% de mujeres, 49% de hombres).


Entre los hombres, los niveles más altos de marcadores inflamatorios se encontraron en aquellos que habían experimentado la mayor cantidad de rupturas de pareja. Tenían niveles un 17% más altos de marcadores inflamatorios que los del grupo de referencia. Asimismo, los niveles de marcadores inflamatorios eran hasta un 12% más altos en el grupo que había vivido más años solo (7 o más).


Pero estos hallazgos se observaron solo entre los hombres, no se encontraron esas asociaciones en las mujeres.


Los investigadores explican que los hombres tienden a externalizar su comportamiento después de la ruptura de una pareja, bebiendo, por ejemplo, mientras que las mujeres tienden a internalizarlo, lo que puede traducirse en síntomas depresivos, que pueden influir en los niveles inflamatorios de manera diferente, señalan.


Entre otras limitaciones del trabajo que, por ser observacional, no puede establecer causa-efecto, sus autores mencionan que incluyó a un número relativamente pequeño de mujeres, lo que podría explicar la diferencia. En ese sentido, también apuntan que los hombres generan respuestas inflamatorias más fuertes que las mujeres.


"Un pequeño número de rupturas o años vividos solo no es en sí mismo un riesgo de mala salud, pero la combinación de muchos años vividos solo y varias rupturas afectan significativamente los niveles de PCR e IL-6, según muestra nuestro estudio", apuntan.


"Los niveles de inflamación en nuestro estudio son bajos, pero también son significativos, clínicamente relevantes y muy probablemente un factor de riesgo para una mayor mortalidad", añaden.


En busca de estrategias:
"Dado que el número de hogares unipersonales aumentó en los últimos 50 a 60 años en la mayoría de los países de altos ingresos, este grupo de personas que atraviesan rupturas o que viven solos por diferentes razones son parte de grupos en riesgo", consideran los autores.


No obstante, aclaran que los resultados del estudio no deben interpretarse como que hay que quedarse unido a una pareja a toda costa, ya que investigaciones anteriores demostraron en forma fehaciente que las malas relaciones también provocan daños a la salud.


De hecho, gran parte de la población de los países de altos ingresos vive sola, y muchas personas se encuentran bien porque establecen otros contactos sociales. Sin embargo, la soledad es una consecuencia potencial de vivir solo.


A raíz de eso, los investigadores consideran fundamental concentrarse en establecer contactos sociales, sobre todo en sociedades donde muchas personas viven solas. En el caso de los adultos mayores, la covivienda puede ser una opción.


Pero en ese punto también se ven diferencias: la mayoría de las personas que se alojan en residencias o viven en esquemas de covivienda son mujeres.


"Los hombres y mujeres mayores muestran patrones generalizados pero muy diferentes cuando se trata de buscar contacto social. Las mujeres son mucho más propensas a buscar la compañía de otras personas. Esta puede ser la razón por la que las mujeres que viven solas tienen mucho contacto social, mientras que es menos probable que los hombres que viven solos busquen compañía", concluye Lund.

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