Creo que la última palabra, el último movimiento, lo hace Dios.
Cuando empecé en mi aventura de volver a amar hablé con Dios, le dije que yo siempre me rodeaba de mi inseguridad, de mi desconfianza, de miedo, de tristeza a pesar de estar viviendo lo mejor de mi vida, a pesar de que no me estuvieran haciendo daño, siempre, aunque estuviera correspondida, me daba miedo y me da miedo entregarme por completo a las personas que quieren hacerme feliz .En mi anterior escrito les comenté que estoy perdiendo a la persona que al parecer Dios me puso en mi camino... Es doloroso, es enfermizo y agobiante el estar cerca y no poder mirarlo sin que mis ojos le reflejen la tristeza que siento por no estar a su lado.
Les comento que con esa persona nunca había peleado, nos entendíamos tanto que era confuso y jocoso el que no lo hiciéramos, nos queríamos demasiado pero, como en toda relación siempre hay un pequeño error, y era que yo siempre me dejaba buscar y a pesar de quererlo, de amarlo locamente, yo no lo hacia; en pocas ocasiones y son contadas, son tan mínimas que me dan pena y tristeza, lo busqué pero no era suficiente para que él se sintiera seguro de mi querer. De mis ojos no brotan las lágrimas que mi corazón cada día, cada segundo, cada hora, minuto, bota, mi vida se ha vuelto tan simple que lo único que me aleja de esta realidad tan sombría es un libro y un vaso de agua al lado. He sido fuerte, pero esta fuerza no es suficiente para verlo todos los días y saber que no lo puedo abrazar, mirar o tocar...
Solo Dios, solo Dios sabe como me siento, qué pasará, pero lo que si le digo es que siempre me sostenga para que yo pueda al menos superar este dolor que me.envuelve y ennegrece mi alma... PORQUE EL NO TENERLO NO IMPIDE QUE DIOS LO VUELVA A COLOCAR EN MI CAMINO.