Un día estaba, como de normal, mirando el móvil sin hacer caso a lo que me decían mis padres, tíos, abuelos. Y es más, es que estaba en una cena familiar, en ese tipo de cenas en que todo el mundo cuenta sus anécdotas y los demás se ríen aunque no tenga gracia por no hacer sentir mal al otro .Pues bien aquella cena pasó y llegó un día en que vino una amiga mía a hacer una fiesta de pijamas a mi casa. Estábamos cenando mis padres ella y yo mientras yo miraba el móvil. A mis padres, obviamente, no les parecía bien que yo estuviera con el móvil.
Insistieron para que yo dejara de mirar aquel aparato pero sin éxito. 
Hasta mis padres le preguntaron a mi amiga Karoline (quien no se había traído el móvil a la fiesta de pijamas) qué iba a hacer este fin de semana. 
Pues mi amiga les contestó que iba a quedarse como siempre en casa de sus tíos pero que estaba muy agradecida de poder hacerlo.
Les contó a mis padres que ella antes era como yo, estaba enganchada  a todos los aparatos electrónicos y que tampoco hacía caso a sus padres. Que un día tuvo una discusión con su madre pero no le dio importancia.
Al cabo de unas horas alguien tocó al timbre, ella estaba sola porque sus padres habían ido a otro pueblo bastante lejos de allí para conseguir algo de comer. Cuando abrió la puerta se encontró a dos policías que le anunciarian de la peor noticia de su vida. Sus padres habían fallecido en un accidente de coche. 
Desde aquel momento ella se dio cuenta de que había que disfrutar de cada segundo de nuestra vida.

Y yo que por curiosidad estaba escuchando su terrible historia apagué en teléfono. Y prometo que de ahora en adelante utilizaré el móvil para lo justo y necesario.