No cabe duda de que las enfermedades de este siglo están relacionadas con el cerebro, desde un simple dolor de cabeza, pasando por pérdidas a largo y corto plazo de la memoria, hasta demencia y alzheimer, entre otras .
Por un lado, la demencia es un síndrome progresivo que generalmente se manifiesta con la pérdida de memoria, dificultad para realizar actividades diarias y, en algunos casos problemas de lenguaje; además, se ha asociado con la alteración de factores tanto ambientales como genéticos.
Por otro lado, el especialista Juebin Huang del Department of Neurology de la Universidad de Mississippi Medical Center, afirma que la depresión también puede imitar la demencia (y antes era denominada seudodemencia); ambos trastornos a menudo coexisten. Sin embargo, la depresión puede ser la primera manifestación de la demencia.
Se estima que, en el planeta, hasta el 2040, más de 80 millones de personas se verán afectadas por la demencia, el 70 % de las cuales serán personas con bajos ingresos. Sin embargo, la enfermedad afecta más a las personas mayores, aunque puede producirse en personas jóvenes, según datos del Cole-gi de Famarcéutics de Barcelona.
Una dieta balanceada y consumir nutrientes van muy ligados a tener un menor riesgo de desarrollo de enfermedades relacionadas con la vejez, como el alzheimer.
Los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (AGPI) de la familia omega-3, n-3 o ω – 3, son componentes fundamentales de las membranas neuronales, ya que cuentan con una amplia diversidad de funciones, desde la neuroquímica y la modulación de la sinapsis hasta la neuroimmunomodulación y la neuroprotección.
Además, varios estudios han demostrado que estos ácidos grasos son fundamentales para el cerebro, tanto para favorecer y mejorar las funciones cognitivas en toda la población como en todas las edades. Su aporte por medio de los complementos alimenticios es cada vez más popular gracias a su capacidad de reducir el deterioro cognitivo y la pérdida de la memoria.
Para que el funcionamiento del cerebro funcione con normalidad, es necesario incluir los ácidos grasos omeda-3. Esto favorece un mejor desarrollo mental y una mejora en la conducta y el aprendizaje durante la infancia, ya que ayudan a mejorar el desarrollo de las funciones cognitivas en los niños.
Por su parte, en los adultos, los omega-3 ayudan a la prevención de enfermedades neurodegenerativas asociadas a la edad y el envejecimiento; por lo tanto, influyen de manera positiva en el riesgo de padecer enfermedades como el Alzheimer.
ALA: solo puede obtenerse a través de la alimentación. Se puede encontrar en alimentos como las semillas de linaza y de chía, nueces y aceites vegetales como el germen de trigo y soja.
EPA y DHA: se encuentran en el pescado azul, el krill y las microalgas.
Ácido docosahexaenoico (DHA): ayuda a mantener el funcionamiento normal del cerebro. Por esta razón, se debe consumir diariamente 250 mg. Las investigaciones afirman que solo se pueden obtener de alimentos que contienen como mínimo 40 mg de DHA por 100g y por 100 Kcal.
Datos: los peces de aguas profundas y de temperaturas frías tienen un mayor contenido de EPA y DHA que los peces de piscifactoría (salmónidos), ya que estos pueden tener una variación significativa en sus niveles de AGPICL omega-3 gracias a las características de la dieta que se les suministra.
Por otro lado, la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) recomienda el consumo de pescado por lo menos dos o tres veces a la semana
Además, la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) afirma que la ingesta de DHA y EPA son beneficiosas, en relación con el mantenimiento de la función cerebral y visual tanto en adultos como en niños. Incluso, afirman que el consumo de estos nutrientes puede mantener la presión sanguínea, el funcionamiento del corazón y los niveles de los triglicéridos en estado normal.