La vida sexual de las universitarias es un título raro para una serie. Como suele decirse, "tiene mal Google" .
Aunque ella siempre ha matizado esta vertiente autobiográfica de la serie, es imposible no volverla a ver en uno de los personajes de La vida sexual de las universitarias: una joven de orígenes indios que llega a la universidad con la idea de convertirse en cómica. Sus compañeras de residencia tienen otros sueños. También otros problemas. Y vida sexual, claro, porque el título de la serie será quizá algo engañoso, pero tampoco miente: en La vida sexual de las universitariasel sexo está muy presente. Lo está como lo estaría en su equivalente masculino, lo cual es muy refrescante. Los superados arquetipos de la pija, la deportista, la torpe y la salida experimentan en la serie de Mindy Kaling y Justin Noble una actualización tan necesaria como graciosa. El resultado es una ficción creíble, original y con un ritmo que para sí quisieran la mayoría de las comedias que podemos encontrar en las plataformas en 2021.
Las mínimas menciones al origen étnico de Mindy Kaling en The Mindy Project (ninguna en el caso de su personaje episódico en The Morning Show) demuestran que esta creadora tiene claro cómo se hace eso de la diversidad en las series: haciéndolo en vez de diciéndolo. La vida sexual de las universitarias nace en un contexto en el que esa necesidad de representación y voz está ya plenamente integrada en ficciones que precisamente por no ser militantes de lo woke sí lo son de manera efectiva y coherente. Kimberly (Pauline Chalamet), Bela (Amrit Kaur), Whitney (Alyah Chanelle Scott) y Leighton (Reneé Rapp) llegan a la universidad creyéndose adultas pero siendo todavía casi niñas. Y viceversa.
Su serie, entre el título que tiene y la abundancia de estrenos televisivos de las últimas semanas, corre el riesgo de llamar la atención menos de lo que debería. El único nombre famoso de sus títulos de créditos es el de su co-creadora y encima en HBO Max tiene que compartir espacio con monstruos como la apabullante Succession y la secuela de Sexo en Nueva York, lanzada de lleno a su particular, insistente y forzada conquista de lo diverso. ¿Cómo destacar entre Carrie Bradshaw y la familia Roy? Pues muy fácil: siendo una serie divertida, descarada y maravillosa. ¿He dicho fácil? No, no lo es. Es dificilísimo, de hecho.