Grisel Castellanos: cómo gestionar el divorcio teniendo hijos pequeños
10 Dic, 2021
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Grisel Castellanos: cómo gestionar el divorcio teniendo hijos pequeños


La psicóloga Grisel Castellanos habla sobre la gestión de los divorcios de matrimonios con niños.



 



Grisel Castellanos: cómo gestionar el divorcio teniendo hijos pequeños



 



 

 

 

 



 





 

 

 

 



 






 


Los divorcios generan siempre situaciones complejas, en las que entran en juego elementos emocionales, la necesidad de adaptarse a una nueva realidad, y el reto de afrontar un incómodo proceso de ruptura que no siempre es vivida tan solo por dos personas, sino que muchas veces también es experimentada por su entorno social.


Los casos de los matrimonios con hijos o hijas de pocos años de edad son un ejemplo de ello: los pequeños de la casa se ven en la necesidad de asimilar que la vida en familia tal y como la conocían llega a su fin, y en muchos casos, deben acostumbrarse a nuevas formas de interactuar con sus padres. Teniendo en cuenta eso, no sorprende que muchos niños y niñas desarrollen alteraciones psicológicas y sufran un profundo dolor emocional .

Para conocer mejor este fenómeno, hemos entrevistado a la psicóloga Grisel Castellanos.



Entrevista a Grisel Castellanos: cómo lidiar con el divorcio cuando se tienen hijos


Grisel Castellanos es psicóloga especializada en Familias y Prevención de la Violencia, y tiene su consulta en Tuxtla Gutiérrez. En esta entrevista nos habla acerca de los efectos psicológicos que el divorcio tiene en los hijos o hijas de corta edad cuyos padres dejan de estar juntos, y el modo en el que conviene gestionar las situaciones de este tipo.







Grisel Castellanos
 

 


 






 









¿Cuáles son las situaciones de divorcio que tienen mayores posibilidades de dañar psicológicamente a los niños y niñas?


Las situaciones de daño psicoemocional que podrían experimentar los niños/niñas que forman parte de una familia, en donde el vínculo matrimonial se rompe, pueden ser: variadas en formas, con diferentes gamas y por diferentes motivos, de acuerdo a la perspectiva de quien conforma el vínculo relacional de pareja. Con una invariable o constante: la violencia, la cual podría encajar la experiencia de hijos/hijas en maltrato infantil. Sin ser conscientes de ello o visto como tal, a consecuencia de su naturalización.


Por ejemplo, la forma en que se procese una infidelidad en el vínculo, puede generar y dejar huellas psicoemocionales en niños/niñas. La manera en que la “incompatibilidad” de caracteres y/o ideologías que pudieran presentarse en la pareja. La forma de llevar la perspectiva de género. Y el modelo de resolución de conflictos que usen para resolver alguno de estos puntos, puede ocasionar o no, daño psicoemocional.


Sobre todo, cuando la violencia (en cualquiera de sus formas), tiende a ser una forma de resolución de conflicto, según la carga reactiva emocional que en el momento surja en la pareja en torno a la personalidad de cada una de las partes.


La violencia no es únicamente de manifestación física. La violencia puede estar presente en la comunicación, y la comunicación No es únicamente verbal. Este fenómeno se ve en las situaciones del reclamo y la demanda de atención a la pareja, a través de los hijos/hijas. Hasta la indiferencia con los hijos/hijas por el enojo y/o demanda emocional hacia la pareja. Ello aumenta la predisposición a que el proceso de divorcio genere y/o impacte en daños psicoemocionales a niñas, niños y adolescentes. Con posibles efectos en el momento, a corto, mediano y/o largo plazo como: retraimiento, inhibición, dureza, rebeldía, confusión, ansiedad, depresión, adicción, sobre peso, trastornos alimenticios, desmotivación, aislamiento, retracción y un largo etc. Aún en la adultez de esos hijos/hijas.


Hay cientos de formas o situaciones que podrán gestar e impactar un daño colateral y/o directo a los hijos/hijas. Entre los cuales está cuando se manipula a la pareja a través de los hijos/hijas. Cuando se les inserta ideas a los hijos/hijas en el rol de padre/madre de la pareja. Por ejemplo, comentarios como: Tu padre/madre: “no sirve para nada”, “los dejó aquí tirados” “mira lo que nos hace”. Hay tantas formas de dañar, con variaciones en su carga vibracional, que se puede hacer una tesis de ese tema.


La manera inconsciente de gestarse un daño, parte de la experiencia de vida y del sistema de creencias individuales que se tiene en los distintos roles que se conforman dentro de un sistema familiar, en variación a la personalidad de cada integrante.


Partiendo de una perspectiva vibratoria emocional, dentro de la experiencia en consulta, en alguno de los casos cuando se presenta un divorcio (ruptura de una relación), existe una alta probabilidad de que a nivel vibratorio haya una ruptura en la integración del Sí Mismo en cada una de las personas que conformaron una pareja.


Cuando hay una ruptura en el Sí Mismo por eventos emocionales dolorosos y/o violentos, la pareja se relaciona a nivel vibratorio desde esa ruptura. La ruptura interna es una de tantas variables que une a dos personas por códigos vibratorios (también cuando en vez de dos personas, son tres o más de tres). Otras variables vibratorias pueden ser las lealtades familiares o la repetición de patrones del sistema familiar, la cual puede presentarse o manifestarse de cualquier forma o detonante a nivel bio-psicoemocional. Ya sean por celos, diferencias y/o dificultades por temas de dinero, enfermedades, temperamento, palabras, acciones, omisiones, etc.


En el momento que la pareja se vincula en matrimonio desde esa ruptura o dolor del Sí Mismo o a Nivel Vibracional, es para que en experiencia de vida se concientice la ruptura interna de cada persona para tomar consciencia de lo que se siente y de las huellas de dolor que están presentes. Con el fin de darle solución a la experiencia de ese evento en la vida, desde el Ser en lo individual y tener crecimiento psicoemocional. Sin embargo, no se ve así y en la mayoría de los casos hay una resistencia a solucionar los dolores de la niñez y adolescencia, es por ello que la violencia se agudiza.


La falta de conocimiento de uno mismo y de no ver el evento de divorcio, como una experiencia para dar solución a huellas energéticas vibracionales. Ocasiona una latencia de divorcios con mayor probabilidad de que los hijos/hijas puedan salir dañados del proceso de separación. No por el divorcio en sí, sino por no tener las emociones reconocidas y/o gestionadas o que no haya un nivel de resiliencia óptimo para llevar la experiencia desde una mirada madura, debido a las experiencias de infancia No resueltas o fragmentadas emocionalmente.


Ello lleva a que quizá, en ocasiones, las personas con un vínculo sentimental, en su rol de pareja y/o padre/madre, se presente una tendencia a no percibirse como adultos a nivel psicoemocional y vibratorio. Lo cual podría incrementar la probabilidad, a nivel inconsciente, de que los hijos/hijas sean vistos como los objetos de venganza, descarga emocional y/o un medio para cubrir las necesidades No resueltas que en expectativa la otra parte (pareja) tenía que haber dado y satisfecho.


Es como estar en una sala de juegos del colegio y dos niños (niño/niña) compiten por la atención de los demás. O en el clásico juego de té, en donde los juguetes son los objetos de contención emocional de la niña y/o niña que los juega.


Ante los eventos de dolor que se experimentan en la adultez, se activan detonantes emocionales de la infancia. Por lo que podría presentarse una tendencia a que hijos/hijas pasen a ser escuderos de batalla de una guerra sin cuartel de la cual no tienen para qué ser parte, ya que no pertenecen a ese vínculo relacional (pareja).


El asunto a resolver es entre la relación de pareja, en relación del vínculo matrimonial en conflicto. Mas no en la relación de padre/madre hacia los hijos/hijas.


Otra situación que puede dañar a los hijos/hijas dentro de una separación del vínculo, es la percepción que tiene el contexto sociocultural. Hay sistemas familiares en donde los niños y niñas no son vistas/os como sujeto de derechos. Lo cual intensifica la creencia de que no deben de ser tomados en cuenta en la comunicación, no tomarlos en cuenta en la toma de decisiones que les compete como hijos/hijas y no tomar en cuenta sus emociones. Esto quizá llegue a detonar en los hijos/hijas la posible creencia de la pérdida de una estructura vincular afectiva, de resguardo y seguridad.


En toda relación hay una lucha de egos, en donde las partes que se relacionan pueden lograr complementarse, acuerparse, integrarse y en muchas otras relaciones, no. Hay rupturas relacionales físicas inmediatas o fulminantes, a medio o largo plazo y rupturas emocionales permanentes.


Esta últma, se observa cuando hay dos personas adultas compartiendo un techo aparentando ser pareja por los hijos/hijas, pero el vínculo marital está roto. Aunque legalmente no hay un documento que indique una separación del vínculo, a nivel vibratorio sí hay una ruptura que conlleva a daño colateral hacia los hijos/hijas pasando desapercibido.


Ambas generan daño psicoemocional cuando no se gestionan los duelos o las pérdidas desde el Ser Consciente. Así como cuando se toman las decisiones en "nombre de los hijos/hijas" para que "ellos no sufran", por los posibles miedos que podría surgir de la pareja ante una permanencia o separación en el vínculo, ya sea por necesidades no reconocidas. Cualquiera de las dos (continuar en la relación o separarse) se puede dar por miedo a sentir y/o por negación de ver en introspección.


Cuando se pierde de vista el rol de padre/madre y no se toma en cuenta a hijos/hijas como personas y sujetos psicoemocionales independientemente de la edad que tengan. Podría generar traumas, culpas y/o conflictos, cuando a esos niños/niñas sean adultos. Y en efecto cuando les toque el rol de padres y/o pareja surge la tendencia a repetir los patrones de dolor del divorcio de sus padres de formas diferentes. Con el propósito en la experiencia de vida de ver el dolor emocional adherido en ellos/ellas.


En ocasiones, cuando hay detonantes de crisis extremas, y una de las partes (esposo/esposa), accionan a buscar acompañamiento psicológico para el divorcio, en su búsqueda de ¿con qué psicoterapeuta ir? Una de las preguntas que suelen hacer son: “¿atiende a niños que ‘iniciarán un divorcio’?


Esa pregunta demuestra un claro ejemplo de las confusiones de cómo se ve y quiénes son los involucrados en un divorcio. Y la respuesta puede ser clara, cuando se toma consciencia de que los niños/niñas no se están divorciando.


Para muchas familias los hijos/hijas también experimentan el divorcio o la separación junto con la pareja que toma esta decisión. Esto se agudiza ante las lealtades que se activan en hijos/hijas. Que los puede llevar a experimentar el abandono y/o el rechazo, los odios, resentimientos y dolencias que se pudiera gestar de la ruptura del vínculo matrimonial de la estructura familiar cuando No les corresponde a ellos/ellas. Probable causante del posible daño que pudiera haber en los hijos/hijas ante una separación, que puede generar una dificultad en las relaciones emocionales de niños y niñas en su experiencia de hijos/hijas.


¿Cuáles son las situaciones de divorcio que pueden afectar más a los adolescentes?


La etapa de la adolescencia la percibo como el punto crítico del egocentrismo que experimenta la mayoría de los seres humanos en ese estadio. Lo veo como la cima del individualismo extremo, del histrionismo. De la representación de las dolencias de la infancia en su máximo esplendor, de los dolores con la relación de las figuras primarias afectivas. De la representación del adolecer del sistema familiar, de la identidad del mismo sistema familiar y del contexto sociocultural en donde creció. Ya sea en una manifestación pasiva, activa o mixta. Entre la rebeldía, la extroversión, introversión, inhibición.


Un divorcio tiende a pasar la atención a la ruptura de la relación de pareja, del vínculo marital y del intercambio de necesidades de las dos personas que lo integraban. Poniendo hincapié que cuando hay un divorcio no hay una separación del significado de los conceptos de los roles de cada una de las personas (marido, esposo/esposa, mujer, padre/madre, hijo/hija, niño/niña, adolescentes), por lo tanto, todos entran a la misma batalla sin poder discernir qué roles son parte de qué relación y cuál o qué entra en la disolución y qué no.


Ello puede generar la frase “Nos vamos a divorciar”. El impacto en el adolescente puede ser muy fuerte, tiende a reactivar huellas emocionales de rechazo y/o abandono, pérdida de la seguridad y pérdida de la certeza de bienestar desde la infancia. Culpas y miedos que han estado guardados confusos y no resueltos ante la ausencia de comunicación y de la ausencia afectiva y/o emocional.


En este caso podría presentarse una tendencia de que los hijos/hijas adolescentes entren en la disolución del matrimonio, cuando padre/madre proyecta en los hijos/hijas las necesidades no resueltas en su etapa de adolescencia. Con la probabilidad de que energéticamente tomen el lugar de padre/madre/pareja, mientras los padres se mueven al lugar de hijos/hijas o se desconectan de un rol en el espacio.


Al pasar la atención a la ruptura de las relaciones entre dos “adultos” (matrimonio), es decir, cuando los adultos se centran en sí mismos, en su duelo de pareja/matrimonio, pierden de vista su rol de padres.


Las necesidades que se presentan en la adolescencia como la: escucha, atención, acompañamiento en el cambio de estadio por la pérdida de la niñez, necesidades de pertenencia y descubrimiento o formación de identidades, entre muchos otros temas, podrían quedar como necesidades no resueltas en esta etapa. Posiblemente se intensifican cuando se enquistan emociones dolorosas ante el divorcio y posteriormente tienden a detonarse de cualquier forma y/o a la par reforzarse con las necesidades no resueltas en la infancia.


El/la adolescente podría colapsar emocionalmente cuando papá/mamá dejan de ser padres y se pierden en el juego de las necesidades egocéntricas para ser cubiertas por hijos/hijas. Quienes pueden convertirse en los escuderos de las batallas emocionales de dos personas, que nada tienen que ver a la relación paterno filial.


En ese camino, se puede presentar una trasgresión del orden del sistema familiar como se mencionó arriba. Cuando vibratoriamente hijo/hija pasa a ocupar el lugar de pareja o de padre/madre de los adultos que se divorcian o de padre de alguno de sus hermanos/hermanas en caso que hubiera, incrementando la experiencia de violencia.


Cuando dos personas se relacionan sentimentalmente, de una u otra forma (a nivel inconsciente), se les disparan las huellas emocionales de: necesidades, carencias, culpas y/o vergüenzas que pudieron marcarse en la niñez y/o la adolescencia. Se activa la dolencia de miedo, dolor, pérdida, la ruptura, el abandono, el rechazo, las traiciones, el odio, el rencor y/o resentimientos no resueltos en la experiencia individual. Al no hacerse consciente la necesidad de gestionar y/o mediar esas emociones, el evento de la separación o divorcio, tiende a detonar e impactar con dureza en todos y en cada uno de los involucrados del sistema familiar.


Al igual que los divorcios cuando hay hijos/hijas pequeñas, el hijo/hija adolescente, queda en medio de una ruptura, de la que no pertenece y tiende a ser tomando como objeto aliado para cubrir necesidades, intereses y de cierta forma castigar a la parte contraria (padre/madre).


¿Qué es para ti el fenómeno de alienación parental, y hasta qué punto es frecuente en divorcios con parejas con hijos/hijas?


La alienación parental la considero efecto de la batalla de los egos y de la educación del sistema patriarcal. Uno de los actos de violencias más fuertes y de graves secuelas imperceptibles a simple vista.


Aclarando que el sistema patriarcal es visto como el sistema de creencias que rige estatutos, correspondencias y formas de ver en la experiencia humana. Según a beneficio de interesados en torno a la necesidad de la adquisición de poder y autoridad. Sea quien sea la parte dominante.


En una mirada inconsciente ante las ausencias del: autoconocimiento, de la auto-observación, de la auto-responsabilidad, de la alta autoestima y/o de las ausencias de la fortaleza interior. Con la necesidad reactiva de control y manipulación como mecanismo de sobrevivencia, por las heridas y huellas emocionales no resueltas. Como la traición, la vulnerabilidad en las experiencias de infancia de las personas adultas. Los hijos/hijas suelen percibirse como objetos para cubrir carencias, necesidades. Medios de reclamos, odios, venganzas y/o resentimientos o demostrar poder.


Esto se percibe probablemente en una frecuencia alta, cuando la mirada se posa en los indicadores sociales del incremento de divorcios (mal gestionados), del incremento de la violencia, pérdida responsabilidades y tantos dolores más del sistema social. O podría verse menos frecuente, cuando la mirada se posa en quienes ponen su voluntad y toman la experiencia en sus manos con una perspectiva a la transformación y resolución de los propios conflictos.


Una alienación parental se puede dar energéticamente en las lealtades de los hijos/hijas hacia una de las figuras de autoridad de la estructura familiar, sin haber una manifestación de un divorcio. Cuando se presenta una ruptura y/o disolución del vínculo marital. Inconscientemente, al ser vistos los hijos/hijas como parte de la propiedad, como objetos de deseos o un medio para cubrir necesidades. Se puede lograr vislumbrar una alienación desde el mismo principio activo al anteponer el adjetivo “míos” a la palabra hijos/hijas.


Cuando "mí" o "míos" únicamente es un identificador para registrar a qué sistema o estructura forma parte una persona, sea quien sea, con la libertad de movimiento. Nada relativo a "propiedad".


En etimología alienar refiere a “quitarle identidad a otro”. Se suma la raíz de infante que refiere a la “negación de hablar” e infancia a la “incapacidad de hablar y/o expresarse”. Y la palabra niño no tiene una raíz etimológica, el cual pudo haber surgido como modismo ante las “necesidades de comunicación” y a la par no se marca una referencia desde lo femenino.


De ello se obtiene que al conjuntar las referencias simbólicas del origen de la palabra niño/niña, se puede interpretar que no son vistos/as como personas (sujetos) y son considerados como incapaces de expresarse (públicamente, al ser las niñas, niños y adolescentes, parte del ámbito privado (familia), por lo que los padres hablan y deciden por ellos).


La alienación parental lleva a que los hijos/hija pierdan autonomía e identidad ante la fuerza de la autoridad establecido por el sistema de creencia patriarcal. Ante una disolución del vínculo, el hijo/hija activa las lealtades con la figura con quien tenga mayor necesidad o conexión emocional y con quien energéticamente le toca tener una experiencia más fuerte o de mayor movimiento energético emocional, ya sea que se quede al cuidado diario de ese padre/madre o no. Ese Movimiento Emocional Energético se da para generar un crecimiento intrapersonal energético (lo cual no se ve así, de ello surge el problema).


Podría interpretarse que, niños/niñas ante la pérdida de identidad como sujetos de derechos, tienen a perder la identidad del rol de hijo/hija, con ello, la conexión paterno filial y pasan a ser parte de las posesiones de una de las partes que conformó la pareja en disputa. En donde las emociones de los niños/niñas y adolescentes en su rol de hijo/hija quedan encapsuladas, gestando y enquistando posibles secuelas en sus relaciones “intra” e interpersonales.


Y así se va generando círculos viciosos de violencias naturalizadas.


¿Cuándo se detiene la situación? Se alarga hasta que llega la persona con la suficiente fuerza y determinación, con la función de vida de ver, reconocer y escuchar el dolor emocional que lleva del sistema familiar del que es parte. Para darle voz, dejar salir y sanar una de las tantas heridas que pueda llevar, energéticamente hablando. Esa persona puede ser un hijo/hija, nieto/nieta, bisnieto/bisnieta, tataranieto/tataranieta, etc. u otra persona alineada energéticamente al sistema por experiencia.


Hay dos formas de darle voz a la violencia: desde el Amor o el dolor. La pregunta que aquí queda en el aire es: ¿Que tan consciente y responsable se decide ser ante la experiencia de una separación para llevarlo desde una mirada emocionalmente madura con el acompañamiento adecuado o no. Con el objetivo de liberar a hijos/hijas del dolor que ambos padres llevan en su experiencia de personas en el vínculo marital? O ¿Qué tan inconsciente se decide ser, por la resistencia y el miedo de sentir lo que toca ver, y se termina pasando la estafeta de dolor y situaciones emocionales no resueltas a los hijos/hijas para que lo lleven por los padres, en donde probablemente hijo/hija se pierdan de la propia función que les toca como personas y en esta experiencia de vida?


Gestionar los procesos de divorcio sin actuar de una manera que resulte muy dolorosa para los hijos/hijas puede ser muy complejo, sobre todo si la relación entre quienes se separan es conflictiva y los hijos/hijas están en el medio ¿qué consejos darías para casos así?


Considero que el primer consejo y unas de las primeras reglas de oro, sino es que la única regla, está implícita en la pregunta.


Dejar de poner a los hijos/hijas en el medio. No les corresponde ese lugar, no son parte de un divorcio. El vínculo marital se disuelve, por ausencia de auto-responsabilidades, quizá porque ninguna de las partes involucradas cubrió las expectativas y necesidades del otro. Desde la creencia de que es el otro quien tiene que dar y proveer de cuidados, atención y amor. Anteponer a los hijos/hijas como escudo y en el medio de una -disputa- de poder (que no les toca), dependiendo del “bando” en el que se quede el hijo/hija sentirá lo que la figura de autoridad con quien se quede y/o deje de estar, pueda sentir, quizá como mecanismo para generar “empatía” y poder disociar el dolor del evento o por lealtad.


Por ejemplo, en los casos de que madre o padre, quien pudiera tener activada la emoción de abandono de la pareja. Surge la tendencia que el hijo/hija que se quede con él /ella, pueda activar la emoción de abandono hacia el padre/madre que deja de estar ante sus ojos como familia. En donde se podrían gestar una serie de reclamos, resentimientos y dolores en torno al padre/madre. Los cuales no tienen para qué ser y se viven como reales.


En caso de que el padre/madre no pueda lidiar con el duelo y su dolor y decida cortar comunicación y relación total con hijo/hija, es parte de padre/madre hacerse responsable de ello. Más el padre/madre que se queda, no le corresponde agarrarse de hijos/hijas afectándolos, como medio de reclamo de sus propios dolores hacia la expareja. Otra regla desde la mirada individual, es salir del juego: victima-victimario. Ambas personas (pareja), llevan intereses personales qué satisfacer. Y dañan a las personas que coexisten en la experiencia o en la misma esfera: los hijos/hijas.


Si es real la frase “no quiero dañarlos” toca accionar desde la honestidad. Una separación no daña siempre y cuando no sea ese el motivo inconsciente por el cual se decida divorciar. Es decir, poniendo en ejemplo, una disolución por infidelidad, desde dónde acciona la pareja la disolución del vínculo ¿Viendo la situación como una experiencia que lleva hacer introspección para encontrar el mensaje que trae? o ¿Se ve desde el miedo, la frustración, los celos, la impotencia, resentimiento y/u odio y las decisiones de qué hacer, se toman desde la venganza personal sin pensar en nadie más?


Otra pauta es saber que de acuerdo a la vibración emocional con que se tome una decisión y/o acción, es el impacto que se generará del otro lado y la respuesta que habrá de vuelta. De ello surge la importancia de ser conscientes que cuando el evento de un “divorcio”, se empieza a tornar emocionalmente doloroso y mentalmente caótico. Sin importar el nivel de dolor y de caos que pueda presentarse o del orgullo y la dignidad que puedan sobre pasar. Se requiere reconocer que la situación se está saliendo de control y es momento de considera tomar el acompañamiento psicoterapéutico. Quizá no se cuentan con las habilidades para gestionar o quizá sí, sin embargo, los detonantes inconscientes que se manifiestan de forma reactiva, podrán generar un bloqueo que impacta en la toma de decisiones.


Cuando refiero “control”, no se refiere al control de manipulación para mover la situación a cubrir intereses personales y/o individuales a conveniencia. Sino desde la contención del evento, en donde cada parte se hace responsable de la parte que le corresponde y le toca resolver en pro del bienestar común del sistema familiar que se formó en su momento. Un sistema que está en camino a modificarse, mas no a desaparecer o desintegrarse.


En el reconocimiento de ¿cómo me veo? de ¿cómo me siento ante lo que veo? y ¿qué pienso? Es el punto clave para reconocer si se requiere acompañamiento psicoemocional. El cual permitirá ver, qué huellas emocionales se están reactivando, que, ante el evento del divorcio y la ausencia cultural de la auto-observación consciente, no se logra ver.


Con el fin de garantizar la honestidad, coherencia y en la convicción de mantener el bienestar en los hijos/hijas y del sí mismo durante el proceso.


Tener voluntad de apertura de perspectiva y reconocer que, en los casos de dolor y duelo, como el divorcio y/o rupturas emocionales en el vínculo, marca de ante mano una ruptura emocional en los hijos/hijas que conforman la estructura familiar. Ruptura que ya traen, derivado de códigos vibratorios que se dan por patrones inconscientes y/o lealtades familiares. Por tanto, la mirada de la separación requiere ser integral, no desde las necesidades inconscientes egocéntricas. Sino desde la mirada de reconocimiento de la experiencia como medio de resolución de situaciones emocionales no resueltas y requieren ser atendidas. Ver el divorcio como una experiencia que se presenta para que haya crecimiento tanto personal como estructural. No como un fracaso de vida, porque la vida no es eso.


¿Cuáles son las principales estrategias y técnicas de intervención usadas en terapia para abordar casos de divorcios con hijos de corta edad?


Considero que las medidas primarios o primordiales para una resolución de conflicto está en la auto-observación y el conocimiento de uno mismo. Cada persona es el núcleo de sus experiencias y huellas emocionales, por tanto, sólo en ella está la puerta de entrada y de salida a las soluciones de las situaciones en crisis, para poder ver el caos que generó la ruptura, desde una mirada compasiva y comprensiva. Que permita encaminar al orden e integración psicoemocional de cada una de las personas que en su momento conformaron un vínculo marital. Lo cual les permitirá tener crecimiento personal y avanzar a sus siguientes experiencias sin generar una división de los hijos/hijas hacia el otro padre/madre.


Por tanto, existen distintos criterios para abordar una situación de separación, debido a que cada experiencia es única en cada individuo. Se aborda desde los intereses y necesidades a solucionar de cada parte desde el ser personas en donde cada uno es un reflejo de sí mismo, del otro y de la experiencia en sí. Y les toca tomar la responsabilidad de esa parte que les corresponde.


Hay una serie de puntos o temas a resolver que requieren ser abordadas en la separación del vínculo, que podrían ampliar perspectivas y transformar el enfoque de la experiencia de divorcio, para garantizar el bienestar de los hijos/hijas a cualquier edad:


Reconfigurar el concepto de familia. Ante la creencia de que lo único que existe es una familia tradicional (padre/madre-hijos/hijas), cuando deja de ser así, aparecen una serie de culpas y miedos internos que podrían incrementar la crisis y el caos del evento ante las creencias y las expectativas de lo que “debería” ser. Las familias pueden ser tradicionales, de jefatura femenina o masculina, compuesta, extendida, de una persona, sanguínea o natural. Es la forma en que cada integrante tiene integrado a nivel inconsciente el significado de familia, las necesidades, dolores y situaciones a resolver en torno a ello, a donde toca enfocarse. Ante la postura de lo ideal vs lo real.


Ver la separación como una experiencia de vida que tiene un mensaje qué decir para un crecimiento emocional. En vez de ser vista desde los fracasos y/o fraudes.


Integrar el reconocimiento de las carencias y necesidades no resueltas en infancia y/o niñez, que cada adulto lleva en su experiencia de vida con sus figuras afectivas primarias.


Reconocer que se demanda al otro (pareja) la satisfacción de las propias necesidades y carencias afectivas, que van generando impotencia y frustración al no cubrir los intereses y expectativas personales.


Reconocer que cuando la otra persona deja de “llenar”, se debe al propio vacío que se lleva dentro y que nada, ni nadie podrá satisfacerlo, más que el sí mismo. Tomar al miedo como aliado en vez de enemigo.


Identificar el sistema de creencias que se tiene ante la separación, el divorcio y/o hacia la otra persona (pareja), observando qué tanta paz da o qué tanta crisis mental puede generar. Concientizar que la experiencia no es en torno a lo que la otra parte (pareja), dice y/o hace, sino en la experiencia individual y personal de cómo se ve, siente y se piensa el divorcio. Toca auto-seccionar los motivos por los cuáles se detonó una ruptura. Para que cada parte tome la responsabilidad de la experiencia y resuelva en su espacio la crisis en la que podría encontrarse o estar negando.


La importancia del reconocimiento de la baja gestión o ausencia de gestión, de las propias necesidades emocionales.


La importancia de la honestidad de reconocer cómo se controla la separación para satisfacer los propios intereses y necesidades.


Reconocer cuando no se tiene la habilidad de auto gestionarse, en pro del bienestar de todos los involucrados.


Concientizar que se suscita la anulación de un matrimonio, mas no, la anulación de ser padres (padre/madre).


Es importante considerar como parte de un divorcio la mediación y acompañamiento psicoemocional. Así como se requiere de una parte jurídica para garantizar la seguridad de casa, comida y sustento de hijas e hijos. Se vuelve imprescindible garantizar el bienestar socio psicoemocional de hijas e hijos.


Identificar la carga sociocultural con la que se creció, ante el significado del divorcio y todo lo relacionado en él.


Identificar cuáles son las creencias que se tiene de una mujer y/u hombre divorciados.


Identificar las creencias entorno a niños, niñas y adolescentes de padres divorciados.


Identificar cómo se está gestionando la separación ante hijos e hijas.


Reconocer que la ruptura es entre dos “adultos” que dejan de ser pareja, no entre todos los integrantes que conformaban una familia.


Concientizar que la familia no se rompe, sino que cambia de forma.


Integrar una nueva perspectiva en donde tanto el padre/madre que queda con los hijos y el padre/madre que se va, si les toca en experiencia, formaran nuevos vínculos con otra persona. Y los hijos que son extensión del primer matrimonio, serán parte de dos familias. Siempre y cuando haya una adecuada gestión de las emociones y/o acompañamiento para llevar la separación marital en pro del bienestar de hijos/hijas y del vínculo paterno filial.









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