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9 Dic, 2021
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Hoy sería nuestro día. Hoy sería nuestro octavo aniversario si no te hubieses desenamorado de mí, si él no se hubiese cruzado en nuestro camino, si tú no le hubieses dejado entrar .
Seguramente, si no hubieses continuado por el camino más fácil.
¿Lo ves? Soy demasiado repetitivo. Siempre lamentándome. Siempre concluyendo que fuimos tres. Siempre recordándote, llorándote. Y lo peor, soñando, la mayoría de noches, que no te has ido o que, si te has ido, acabas volviendo.
Es el primer nueve de diciembre que no vas a recibir un mensaje, un escrito o un pequeño detalle que te hiciese sentir lo que eras para mí. 
¿Y qué eras para mí? 
TODO.
Una palabra tan corta no puede decir más cuando te englobo en la inmensidad. Eras mi compañera de vida, mi confidente, mi amante, mi mejor amiga, mi novia, mi sueño convertido en realidad, mi faro en noches de apagones universales. Eras esa zona de confort, la que marcaba tu cabeza en mi pecho, al verte en mi futuro. Eras ese regalo inesperado que ocurre muy pocas veces en la vida y que cuando lo encuentras quieres que la garantía expire enseguida para no devolverlo nunca. 
A pesar de tus caprichosos defectos, eres indudablemente lo mejor que me ha pasado en toda mi existencia. A pesar de como decidiste escapar de mis brazos, eres la película más bonita que proyectan mis recuerdos. Eres esa estrella fugaz que ilumina el camino hacia la luna.
Y no dudes, que si hubiese una mínima posibilidad de recuperarte volvería a luchar por ti. Si hubiese una mínima posibilidad de encontrarte tras el túnel, viviría en mis propias carnes todas esas tempestades de nuevo. Pero no sabes como desgasta, cada día, tener que esperarte. La eterna espera duele demasiado.
Y si, yo sigo siendo el mismo. El mismo que cree en el amor de verdad, en el de toda la vida. Creo en ese tipo de amor de cafetería en el que cruzas una mirada y ya te enamoras, dejando de importar lo demás. Creo en el hilo fino que conectan dos corazones. Conexiones que, aunque haya bandazos y ráfagas de interferencias, crean un lugar en el mundo donde encontrarse por si nos olvidamos de lo que fuimos. 
Y dentro de mí, eres la fortaleza de ese amor de frio en invierno, sentados en los bancos de cada parque, eres esos besos inocentes cuando apenas éramos adolescentes. Eres ese amor de otoño que deja latente que florecerás más bella que nunca en primavera. Eres la delicadeza de esas manos al tocar el piano, dando música a mi vida. Eres esa protagonista de comedia romántica, con un imán, impuesto en nuestros ADN antes de nacer, para reencontrarnos tras la gélida cascada. En sí, eres la protagonista.
Ocho años de ilusiones y de decepciones. De amor, pero nunca de odio. De lágrimas tanto en las celebraciones como en los fracasos. Ochos años de una vorágine de sensaciones que, cuanto más pasa el tiempo, más fácil es borrar el declive y permitirme, tan sólo, inventar nuevas historias poniendo como ejemplo lo que fuimos de verdad.
Ahora toca saborear el fracaso, tras no haber sido capaz, ni siquiera, de intentar olvidarte. Ahora toca asumir, que aun me queda mucho por escribir en la penumbra, ilusionándome por si algún día me vuelves a leer, asumiendo que siempre te quise, te das cuenta que me echas de menos y decides buscarme. Ahora me toca aprender, que, aunque seas mi musa, la que me inspira habita en nuestro pasado.
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