Era una noche fría, en los últimos meses del año, lo que en otro país se llamaría invierno, estaba teniendo un sueño de los bueno que luego les contaré, lo malo fue que las ganas de ir al baño me despertaron así que fui a hacer lo que tenía que hacer, regrese a la cama y me acosté de nuevo, sentí que el colchón se movió, abrí mis ojos y ahí estabas tú.
Estabas de espaldas, solo podía sentir esa esencia que te colocas al dormir, el mismo aroma que impregna toda nuestra habitación, comencé a acariciar tu cabello, sin intensiones de despertarte, te acaricié un par de veces más y cuando dejé de hacerlo me tomaste la mano y la volviste a colocar a tu cabeza, como pidiéndome que siga con las caricias y así lo hice por un rato más, hasta que poco a poco te fuiste acercando sin voltear, mis caricias pasaron de tu cabello a tu brazo derecho, ya en ese punto estabas casi pegada a mí.
Te abracé luego de sentir como se erizaba tu piel por mis caricias, la verdad en ese momento no sabía si estabas dormida o despierta aprovechando cada segundo de la situación, unos minutos después comencé a acariciar tus senos, esa noche no llevabas nada más que tu pijama de tela delgada, por lo que al pasar mis manos por tus pezones podía sentir lo duro que estaban, ahí me quedó claro lo que estaba pasando en ti, aunque de igual forma seguí masajeando tus senos.
Unos momentos después tomaste mi mano y la colocaste en tu vagina, entendí el mensaje claramente y comencé a frotarla suavemente, tu respiración comenzó a acelerar, ya en ese punto nuestros cuerpos estaban pegados y no dejabas de mover tu cadera, estabas totalmente mojada, introduje dos de mis dedos en tu vagina lo que te hizo dar un pequeño grito.
- Ay...
Comencé a mover mis dedos dentro de ti a lo que gemías mucho mas hasta que te llevé al límite, arqueaste tu espalda y cerraste tus piernas, lo que me indicó que acabaste.
Volteaste a mirarme, nos dimos un beso y te colocaste sobre mi y metiste mi pene en tu húmeda vagina, allí te quedaste sin moverte, solo mirándome, acercaste tu rostro al mío por unos segundos hasta sentir que nuestro aliento se cruzaba, luego lo alejaste y comenzaste a mover tus caderas, hacia adelante y hacia atrás
- Ah... Ah.. .
No parabas de gemir, me pediste que acabara dentro de ti, estaba a punto de hacerlo y tú también acabaste con un pequeño chorro de tus líquidos y te recostaste sobre mí.
A los pocos segundos cambiamos posiciones, te recosté en la cama y me coloqué sobre ti y comencé a penetrarte de nuevo, aumentando la velocidad a cada segundo, tus gemidos me excitaban cada vez más.
- Ah... Ah... Ah... Así... ¡cógeme! Así...
Hasta que no pudimos mas, yo acabé dentro de ti y seguí metiendo mi pene hasta que volviste a acabar segundos después con otro pequeño chorro, tus piernas temblaron por unos segundos, ambos nos miramos, nos besamos y cerramos los ojos.
A la mañana siguiente me desperté y me percaté de que no estabas en la cama, como si todo hubiera sido solo un sueño, pero la verdad te sentí tan real que estoy casi seguro de que no lo fue.
¿O sí?