Echando la mirada 720 días hacia atrás, sigo dibujando, perfectamente, sobre mi mente, la primera vez que nuestros labios, al besarse, iban a provocar un giro radical a nuestras vidas. Y es que no éramos conscientes que, justo en ese instante, estábamos mandando un mensaje a La Puerta del Sol para que marcase las doce y todo se frenase.
No éramos conscientes que ya nada iba a volver a ser como lo conocíamos .El mundo ya no iba a existir el uno sin el otro.
720 días en los que la palabra amor se enfrentó a todos mis miedos, se absorbió en cada poro de mi piel, y se elevó a todos mis sentidos. Y es que, ya son tantos días como tantas noches, que desde que llegaste a mi vida, en los que esa palabra comenzó a ser verdad.
Eres tan mágica en mi vida que has provocado que todo haya parecido el sonido de un chasquido, al rozar nuestros dedos. ¿Cómo puede ser que haya pasado todo tan rápido?
A pesar de las dudas del comienzo, de los miedos típicos de todo principio. Ahora solo puedo desear un futuro a tu lado. Ahora no imagino que no seas tu quien me dé los buenos días. En mi propia esencia ya no sabría que sería eso de no esperar, desesperadamente, el beso en la frente que marque el fin del día, cómplice de que un día más seguimos redactando nuestra historia.
Tan sólo quiero cogerte de la mano, coger el coche, a lo loco, sin pensarlo e ir sin rumbo, pero juntos. Ojalá alquilar una caravana y fundirnos en uno junto al mar. O recorrer Dublín, sintiéndome la persona más afortunada del mundo, aunque, juntos, vivamos en un universo paralelo a la Tierra.
Y es que, haciéndolo todo tan simple, me has enseñado a confiar por fin. Me has hecho sentir esa sensación única que se tiene al saltar al vacío con los ojos vendados, sabiendo que tu capa frenaría la caída. Pero, sobre todo, me has dado la oportunidad de saber lo que es estar en cualquier parte del mundo y sentir que estoy en casa simplemente porque estoy contigo. Porque para mí, eres el sinónimo más acertado a la palabra hogar.