En algunas ocasiones nos aferramos tanto a alguien que no dejamos que las cosas sigan su curso natural.
Cuando nos aferramos a alguien tendemos a idealizarlo de tal manera que la mayoría de veces no vemos o no queremos ver que esa persona no es para nosotros.
Nos obstinamos hasta el punto de quedar nosotros mismos en segundo plano y anteponemos a la otra persona a todo llegando incluso a crearnos una especie de fantasía que hace que lo veamos mejor incluso de lo que realmente es.
Según el grado de dependencia que nos creamos con esta situación a veces se tarda más o menos en ver la realidad y solo estamos preparados para soltar cuando somos nosotros mismos los que despertamos de esa falsa apariencia.