Recientemente he leído muchos artículos sobre casos de niños y adolescentes que, ya sea en el patio del recreo de un colegio en su propia casa, han imitado algunas de las pruebas y juegos que han visto en el programa de Netflix 'El Juego del Calamar' y me dispongo a lanzar ciertos argumentos "a favor" y en contra sobre el contenido que debe mostrarse a los menores de edad.
Empezar con que la compañía que retransmite estas series o las cadenas de televisión que transmitan cualquiera de estas obras audiovisuales, no tiene la culpa persé (aquí entraría un poco el dilema) ya que solo crea contenido y hay dos factores importantes a destacar:
1. El contenido que crea Netflix o cualquier plataforma, no necesariamente es un contenido para niños ya que para eso hay diferentes genéros y categorías .
2. El manejo que le dejes a tu hijo o a la persona menor de edad que esté bajo tu vigilancia o tutela, es decir, de lo permisivo que podrías ser con dicho menor. Eso afecta a lo que el menor pueda consumir y, con altas probabilidades, de imitar lo que sus ojos ven.
Sin embargo, también hay una pequeña razón interiorizada en el menor que le puede persuadir de no hacer tal cosa, sobre todo si recuerda a alguno de sus padres regañándole o diciéndole lo que está mal hacer o lo que es peligroso.
Chocando con esta idea, está la realidad de que, por mucho que le digas a un infante que no haga algo y que es peligroso, su valiente y atrevido ser le impulse a hacer aquellas cosas 'prohibidas'. No porque sean prohibidas (que muchas veces sí) sino por el mero hecho de experimentarlo o de 'creermelo cuando lo vea'.
Entonces, el poder de ejecución de los niños es un poder que escapa al control del mejor de los padres o madres o tutor del menor que sea y, en alguna cosa, el menor acaba haciendo o saliéndose con la suya.
Lo que me da pie a explicar que, eliminando el contenido de este tipo, las traviesas ideas (ideas de casquero en España) no desaparecerían porque existen niños con mucha curiosidad e imaginación. Un punto extraído de este pequeña tema, no solo es el hecho de aprender de la experiencia, sino el no aprender la responsabilidad de uno mismo.
Y es difícil argumentar acerca de la responsabilidad de un niño pequeño, pero no de la de un adolescente que sabe de muchas cosas que son peligrosas o están mal. Porque, en este post, escribo sobre los menores, los cuales entran en la franja desde que nacen hasta los 18 años en el caso de España (en otros países son más).
En uno de los artículos que he visto, informaban acerca del caso de un adolescente de 14 años, una persona no muy madura, pero para el caso que quería hacer (recrear una de las famosas galletas de la serie coreana; son de caramelo líquido, ardiente, cuando se hace) de imitación a la serie, ese chaval sabía perfectamente que conllevaba un riesgo.
¿Y los padres? Donde están los padres porque mucha gente se queja de la violencia en la televisión (ya más en general) y de las acciones de diferentes personajes en distintas series pueden suscitar a los más jóvenes, pero recuerdo que existe la edad mínima para ver determinadas obras cinematográficas.
Una recomendación que cualquiera se puede saltar, pero también, y esto lo hace bastante bien la compañia, existe un método de contraseña para evitar el acceso de los menores a este tipo de contenido.
Aunque ese no es el caso, porque los padres son los desaparecidos en esta historia, en estas quejas. Los padres son los principales consumidores de este tipo de contenido y los principales proveedores del mismo, en los cuales debería recaer el control de lo que sus descendientes ven.
Lo más asombroso de este asunto son las declaraciones sobre el contenido violento en el ámbito cinematográfico: "la violencia en la pantalla genera gente violenta". No es así cómo lo dicen, pero sí es así su mensaje.
Me viene a la mente, y mucha gente también estará en ese pensamiento, que la gente de antes con las películas y series de antes, todo lo que se podía mostrar, en dibujos o series como Dragon Ball, deberían ser unos violentos.
Todos ellos incluido yo que la vi cuando era pequeño.
Sin embargo, la realidad es otra y la gente, adolescentes o niños que imitan este tipo de actos son pocos, sonados menos todavía y asesinos una cantidad mucho más reducida. Pues todos estos tienen una cosa en común y algunos una cosa aparte, todos tienen la poca razón de no saber muy bien qué es lo que hacen.
Tanto niños, como adolescentes o personas sin la suficiente convicción en la cabeza, son presas de los llamativos programas, pero no saben qué hacen cuando están imitando aquello que vieron porque ver no solo se reduce a la televisión pueden imitar aquello que vean en su casa o en su vida sin más.
Los más adultos y asesinos, son, en esencia, asesinos o personas con problemas mentales que toman una cosa X como inspiración y ya como antaño se mataba por la gracia del señor o la fe en jesucristo. Solo es una obsesión por algo mezclado con un trastorno que no le deja diferenciar la realidad de la ficción.
La contraposición a todo esto está en que sería ciertamente resultante prohibir todo este contenido, ya que, partiendo de la base de la inexistencia de algo, sino no hay nada no se puede imitar, pero eso neutralizaría mucho la libertad de cada uno y provocaría un control excesivo de la población.
Esa no sería la solución, y siempre lo digo, la herramienta no es el problema, es cómo se usa y la culpa recae en quién la usa.
Entonces, una parte de la culpa la tienen los propios afectados (aumentando con la edad) y la otra de las personas a las que estén a cargo si es que alguien les controla o, por lo menos, les vigila.
Conclusión, las series no deben nada más avisar y proporcionar herramientas para que, en las casas y según las medidas o las normas establecidas en ellas, se puedan restringuir o no los accesos a qué contenidos. La solución también está en la educación aunque, a veces, ni eso sirva por desvaríos varios. Es decir, el control en este tipo de cosas está en los padres y el dilema en que puede ser que funcionase prohibir o eliminar todo esto, pero es choca con muchas cosas.
Gracias y hasta pronto.